Hay que lidiar con los espíritus
Precuela del éxito de 2014, retoma a la familia Zander 50 años antes, con el ingreso del jueguito a la casa.
Otra precuela llega a las pantallas, a partir del éxito de un filme de terror, pero si el dicho asegura que segundas partes nunca fueron buenas, ésta que se filmó después, pero en el tiempo es previa, es mejor que la que le dio razón de ser.
Todo transcurre 50 años antes de la soporífera Ouija (2014), en Los Angeles. Si no saben nada de Paulina Zander, ni de Doris, no importa. Ahora Alice (Elizabeth Reaser, la mamá adoptiva de Edward en la saga Crepúsculo) y sus hijas Paulina (Annalise Basso) y Doris (interpretada por Lulu Wilson, cuando en la peli de hace dos años el personaje de misma edad era encarnado por otra actriz) se hacen unos dólares asegurando a ingenuos que la mamá puede contactar el espíritu de los muertos.
Todo es falso, y en el engaño participan las tres.
Por suerte en 1967 no había celulares, ni camaritas de video ni redes sociales, todo lo que se vuelve casi imprescindible, parece, en los filmes hollywoodenses de terror que transcurren en el presente. Aquí en Ouija: El origen del mal hay menos elementos que distraigan la atención de lo que debería ser central: cómo la pequeña Doris se relaciona, a través del tablero del jueguito que popularizaría Hasbro, que compró mamá (¿para profesionalizarse?) con un espíritu. O con más de uno. ¿Será el del padre que murió en un accidente? Nah.
Como en El conjuro 2, hay una madre sola, con criaturas, lidiando con un espíritu en una casa de dos pisos y sótano, pero sin la ayuda de los Warren. Ni del director James Wan.
Pero Mike Flanagan, director de Somnia, antes de despertar, estrenada en mayo, se dedica a construir y mostrar los vínculos entre la madre y sus hijas, y los cambios en Doris son paulatinos y no abruptos.
Claro que nada puede ser perfecto y entonces hará irrupción el exorcismo (con Henry Thomas, Elliott de ET), espíritus vengativos y más clisés. Pero la construcción es buena, y los sustos también. Si hay secuela, que sea de ésta. Aunque nada, ni el tablero de Ouija, garantiza nada.