Perdida en el pasado
El comienzo de Ouija: El origen del mal (Ouija: Origin of Evil, 2016) es impactante y premonitorio, tal vez marque el timming con el que luego el relato se desenvolverá, o tal vez no y eso es lo que logra captar la atención del espectador desde un primer momento.
La cuidada atmósfera que el realizador Mike Flanagan imprime a la escena de presentación de su protagonista, Alice (Elizabeth Reaser), una “médium” que realiza algunos arreglos para comunicarse con el más allá, desnudan el mecanismo con el que ella engaña a sus clientes para sobrevivir y ubican al espectador en una posición de necesidad de empatizar con esta mujer, a pesar de sus mentiras, en sus intentos denodados por salir adelante junto a sus dos hijas.
Alice conversa con un hombre y con su hija, ella les asegura que su esposa muerta está allí con ellos y quiere contactarse con él para poder responderle tres preguntas que tenga para luego ir sí al más allá. Esa secuencia parece salida de una serie televisiva de los años setenta. Bien podría haber sido un pasaje de un episodio de Alfred Hitchcock Presenta o La dimensión desconocida. Pero no lo es, es el prólogo de un film que evoca lo retro para fundar, como lo ha hecho recientemente la saga iniciada con El conjuro (2013), su verosímil y justificar su razón de ser.
Alice no está sola, sus hijas, Paulina (Annalise Basso) y Doris (Lulu Wilson), la ayudan con las tretas, y la menor de ellas ni siquiera sabe qué es lo que realmente pasa en las sesiones espiritistas de las que participa circunstancialmente accionando un viejo fuelle para apagar alguna vela. Pero la necesidad la lleva a arrastrar a las niñas. Porque Alice es una joven madre viuda, que debe tratar de mantener en orden sus cuentas y papeles, pero que la realidad la golpea, como ese momento en el que se encontró sola, tras el fallecimiento de su marido, criando a sus dos hijas.
La habilidad del guión del propio Mike Flanagan y Jeff Howard, radica en relatar el duro camino de Alice y sus hijas para poder seguir adelante, a pesar que sepan que aquello con lo que se ganan la vida no sea lo más correcto y ni lo más honesto, y luego, esa construcción se deriva en una épica de terror y suspenso que pondrá en juego algunas creencias sobre sí misma y su descendencia muy a su pesar.
Ouija: El origen del mal comienza a desarrollar su trama secundaria, en la que de a poco, una misteriosa maldición del pasado, termina por demostrar que la casa de Alice y sus hijas fue el epicentro de actividades relacionadas con la magia negra y el oscurantismo, y que Doris es una víctima de eso.
Las idas y venidas del relato, como así también la convencionalidad del mismo, no terminan por dilucidar algunas cuestiones, y, la incorporación de algunos tópicos recurrentes en este tipo de films, hacen que la trama se resienta, aún pese a su corta duración, ya que además algunos parlamentos solemnes resienten una estructura narrativa sólida que, respetando lineamientos clásicos, configura los estamentos con los que la acción progresa.
Si en un primer momento el relato buscaba empatía con Alice y sus hijas, al avanzar en la historia, la incorporación de personajes secundarios (el cura, el padre muerto, etc.) también busca que la historia se potencie con efectos y recurrentes temas (el sellado de boca, por ejemplo, visto en la primera entrega) que terminan por afianzar la propuesta: un film clásico, anclado en lo retro, con una multiplicidad de referencias al género que terminan por hacer de esta secuela, algo superador.