Uno podría resumir a Oz, el Poderoso en tres sentencias: un gran director, un libreto apenas ok, un casting dispar. Aquí Sam Raimi abandona su habitual métier de superhéroes enmascarados y muertos vivientes, y se mete de lleno en el mundo de fantasía, recordándonos por qué es un director al cual amamos. Oz, El Poderoso debe ser el mejor filme de Raimi desde Spiderman 2, y es un regreso en gran forma al virtuosismo visual que lo caracteriza, amén de concretar un filme tremendamente respetuoso de la herencia que representa - a final de cuentas, ésta es una precuela de El Mago de Oz, ese clasicazo de 1939 con Judy Garland en el rol estelar -. El problema pasa por el resto de los componentes de la producción, que no son tan satisfactorios como la inspirada dirección del filme.
Admito no haber visto nunca El Mago de Oz - a excepción de fragmentos con la Garland cantando Over the Rainbow (y otros temas) que aparecen en compilados de musicales como Esto es Hollywood! - ni alguna de sus bastardizadas adaptaciones posteriores (como El Mago con Michael Jackson!). Al menos ese desconocimiento me da el beneficio de tener una posición desangelada frente al tema, ya que he visto muchas criticas (hechas por los idiotas de siempre) que se han rasgado las vestiduras y han calificado a Raimi poco menos de hereje. No sé quien corno es el Hombre de Lata ni el León Parlante, o Dorothy y Totó (salvo que fuera ese horrible cantante de mediados de los años 80); por eso es que uno puede tomar a Oz, El Poderoso en sus propios términos.
En sí, el mundo de Oz está recargado de magia ingenua. Hadas que silban y escupen agua en la cara de quienes las molestan, flores gigantes con pétalos de piedras preciosas, o brujas buenas flotando en enormes burbujas de jabón. Ciertamente es un cambio refrescante respecto de lo último que uno ha venido viendo en el género de la fantasía pero, por otra parte, toda esa blancura moral impide que la resolución de las asuntos entre los buenos y los malos resulten satisfactorias. Como dice Michelle Williams en un momento, "aquí no matamos a nadie... ni siquiera hacemos daño". El climax de Oz, El Poderoso es tan ingenuo e infantil que resulta decepcionante... pero allí reside uno de los problemas esenciales del libreto, el cual narra una historia tremendamente ñoña pero la pone a cargo de un personaje demasiado avispado - Oz no deja de ser un embaucador mujeriego y algo cínico, lo cual contrasta fuertemente con la ingenuidad que rebosa todo el reino y sus habitantes -, el cual te hace esperar una resolución más realista de todo el conflicto. Este Oz no es precisamente Jack Black suelto en un reino mágico, pero tampoco creo que haga juego con la blanca inocencia que tenían Judy Garland y sus amigos correteando por el interminable sendero de ladrillo amarillo.
En sí la historia es tremendamente sencilla: un forastero cae a restaurar el equilibrio en un mundo lejano y desconocido. Como el tipo no se lleva por las reglas del lugar, su enfoque es totalmente fresco y puede ejecutar acciones que van reñidas con la moral de los pobladores locales. Hay dos millones de historias que siguen ese patrón - desde Flash Gordon hasta Buck Rogers en el Siglo XXI -, incluyendo el cliché de que el recién llegado es la versión encarnada de una antigua profecía. Lo que varía es el desarrollo intermedio, la manera en que el forastero se relaciona con los lugareños y emprende la tarea de reconstruir el balance perdido. Acá Oz es un cobarde y un embaucador, pero es el tipico caso del héroe renegado, ese tipo que termina por descubrir su valentía al final del viaje. El protagonista termina enganchado con el nuevo escenario no sólo por las promesas de fortuna y poder, sino porque encuentra versiones idealizadas de personas que conoció en el mundo terrenal del cual procede - con lo cual el reino mágico es una especie de reinterpretación lisérgica de la Tierra, ya sea porque el tipo está muerto y éste es el paraíso, o porque está inconsciente y esto es el fruto de su florida imaginación -. Aprende las reglas del lugar y las usa a su manera y, cuando quiere escapar, comprende que ha terminado por enamorarse de las cosas y personas que lo rodean.
Mientras que la historia es muy llevadera y la puesta en escena es espectacular, lo que resulta más chocante son las elecciones de casting, las cuales - en la mitad de los casos - no terminan por resultar enteramente satisfactorias. James Franco es muy bueno como Oz, ya que mezcla simpatía y picardía (aunque el papel podría haber ido mejor en manos de Johnny Depp o Robert Downey Jr.). Y sin lugar a dudas la mejor elección del elenco es Rachel Weisz, la que es tan bella como provocadora y malvada. La Weisz es capaz de cargarse todo el filme sobre sus hombros y ello es lo que hace funcionar a la cinta; la macana es que sus contrapartes no son ni por asomo tan adecuadas como ella. Michelle Williams se ve muy desgastada - parece una divorciada llorona y pasada de Prozac - para hacer de princesa buena e ingenua, y Mila Kunis deja muchísimo que desear como Theodora. Carece de maldad interna y, cuando llega la hora de las transformaciones, es una villana completamente anónima. No es que la Williams y la Kunis sean malas actrices - por el contrario, creo que son finas intérpretes -, pero no son las adecuadas para sus respectivos papeles.
Oz, El Poderoso es dispar. Visualmente es un orgasmo, la historia es pasable, y las perfomances van de lo muy bueno a lo blando. No es un clásico, pero es un filme de fantasía muy bueno en sus propios términos. Me resultó mucho mejor que la versión Burtoniana de Alicia en el País de las Maravillas - la cual intenta imitar, al menos en resultados de taquilla -, ya que tiene frescura y diversión; pero, por otro lado, sus personajes avispados contrastan con la ingenuidad de la historia que pretende contar. En todo caso uno deberá tomar al filme como lo que es, un compendio de escenas de las cuales algunas son más felices e inspiradas que otras.