Las puertas que dan a los mejores sueños
Oz, el poderoso es pintado en este film como un personaje feriante, que promete imposibles desde su espectáculo. Una suerte de precuela de El Mago de Oz con la inolvidable Judy Garland y con su maravillosa "Over the rainbow", que siempre volvemos a canturrear.
Cientos de páginas se han escritos sobre la estela mitológica que viene trazando, desde el mismo día de su estreno oficial, un 25 de agosto de 1939, la ya legendaria "El mago de Oz". La novela de L. Frank. Baum, publicada en el despertar del nuevo siglo intentaba acercarse, de manera mucho más ingenua, a ese periplo iniciático que años antes, en la Inglaterra victoriana, el matemático, fotográfo y profesor de Lógica Lewis Carroll le había reservado a su joven protagonista, Alicia, haciéndola visitante y partícipe de un mundo pesadillesco, a través de mandatos y rituales, de situaciones que se movían desde otros parámetros, que dejaban al descubierto, desde un sutil y filoso humor, el absurdo y el sin sentido de la propia existencia.
Pero en los años de la Depresión y del "New Deal", el que inspirara a los utópicos films de Frank Capra, la protagonista, debería en este caso, moverse de otra manera y sí abrirse paso en medio de ese columpiar de fuerzas entre el bien y el mal. Sobre lo que está detrás de la cámara, los días previos al rodaje, la elección de la pequeña actriz, rol que finalmente, tras numerosísimas pruebas llegó a manos de la hoy ya siempre recordada y admirada Judy Garland, numerosos textos, en diferentes idiomas se han escrito. Y a propósito de ella, a partir de ese momento, y en todos sus recitales posteriores, ya fuera en solitario o bien en compañía, tanto con su hija Liza o con otros cantantes, abría su espectáculo con su ya clásico "Over the rainbow".
Con el paso del tiempo se plantearon numerosas lecturas críticas sobre el film, ganador por cierto, de algunos Oscars: Canción y banda sonora y actriz; el único que la Garland obtuvo en toda su trayectoria. Y pese a cierto desenlace del film que tranquilizaba al espíritu conservador de la Metro, que había pensado este film para toda la familia, y como una gran fábula con moraleja, se puede ver en el mismo, la capacidad de disfrute, de alegría, de libertad, de prodigio creativo, cuando ella puede huir de ese mundo asfixiante, su opresora Kansas; como bien lo señala el amenazado escritor Salman Rushdie, en un texto monográfico dedicado al film, publicado por Editorial Paidós.
Tras varias décadas, mediando la versión de Sidney Lumet, ambientada en la Nueva York de los 70 con Diana Ross, Michael Jackson, Lena Horne, entre otras, citaciones en numerosos films como el que plantea David Lynch en "Corazón salvaje" o bien en episodios de "Los Muppets", volvemos ahora a reencontrarnos con aquel Mago de Oz, en lo se ha definido como la precuela del ya clásico de V. Fleming...¿Cómo era todo antes de que Dorothy pasase a entrar en escena?.
Con la marca Disney, que nos lleva a un celebratorio y emblemático estallido de fuegos artificiales, el nuevo film de Sam Raimi , realizador al que no he seguido en su filmografía y ha tenido a su cargo las dos primeras versiones de la saga "El Hombre Araña", el film que hoy me es motivo de este comentario crítico me lleva gozosamente a internarme en un universo lúdico y mágico que evidencia sí, toda la capacidad de despliegue de los artificios del sistema 3D. Y en mi caso, no persona muy atenta a esta tecnología, debo admitir que, particularmente, frente a este film, experimenté ese estar en un tiempo suspendido entre la nostalgia de aquel film que debo haber visto a mediados de los 50, por primera vez...y al que ha continuando viendo de ahí en más...y esa atmósfera de pertenecer tanto a la fascinación de los juguetes ópticos que preceden a la invención del cine y a los que son los de nuestro tiempo.
Como en el film de 1939, aquí también, y tras una presentación que da cuenta de manera hipnótica de los caprichos fantasmáticos de la imagen, hay un prólogo en blanco y negro, en el que se reafirma en un espacio de feriantes el mismo lugar fundacional del cine, como acontecimiento, como espectáculo de mayoría. En esos escenarios de varietés circenses, allí se presenta a nuestro personaje, en una ensoñada y nocturnal iluminación, con su sonrisa y su dudosa conducta, la que crecerá en ambigüedad a lo largo de la historia; la que se cruzará, por momentos frente al espejo de las dos hermanas que representan extrañas fuerzas simbólicas y que se mueven en un desgarrador juego de posesión y envidias. Una comarca, creada desde la pluma de los que sueñan los cuentos de hadas, que se proyecta en una escritura liberadora que apuesta al exceso, que derrapa colores, que va insinuando historias futuras, que trae para nosotros la huella de la memoria de antiguos relatos. Con la impronta de la monumental y fastuosa, imperial y megalómana firma Disney; hoy, no ya condicionada por preceptos conservadoras. En cambio, en esta nueva propuesta, lo que se nos propone es una danza de simulacros, de enmascarados pasos de vals, de aliados y fraudulentos, de huérfanos y ermitaños, de rivalidades e ilusiones ópticas...
El nuevo film de Sam Raimi, bordado por una tensioanante banda sonora de Danny Elfman, el habitual compistor de los films de Tim Burton, en algunos momentos sale al encuentro del film de Martin Scorsese, "La invención de Hugo Cabret", al que hemos elogiado desde nuestra página; al que tantos críticos y parte del gran público ha aplaudido. Y lo hace en esta manera de saludar a otro de los pioneros, en esa manera de nombrarlo, de citarlo y explicar su modo de trabajo: a Thomas Alva Edison. Y lo hace, como señalamos, en ese viaje que nos propone por ese juego de mecanismos, aparatos, trucajes, como simultáneamente lo iba realizando quien pasará a ser el Gran Melies.
Pero de lo que no se señala en renglón alguno es ese capítulo llamado "La Guerra de las Patentes", iniciado por la casa Edison. Eso comenzaría a ocurrir tiempo después de la escritura del libro. Y George Melies pasará a ser una de sus presas.
Por ahora, mientras tanto, veamos cómo Oz, este personaje feriante, que tanto promete desde su espectáculo, un día, ante cierta respuesta del público, le va a tener que agradecer de por vida a los hermanos Montgolfier. Y nosotros por cierto, porque de lo contrario, jamás hubiéramos podido escuchar, como lo estamos haciendo ahora, ya sea cantada, tareada o silbada, la inmortal, "Over the rainbow".