Los humanos solemos humanizar a las mascotas, especialmente a los perros, que son los más dependientes y sociables con las personas. Con dicho concepto básico los españoles y canadienses coprodujeron éste dibujo animado dirigido por Alberto Rodríguez y Nacho La Casa, basado en la vida de Ozzy y, en menor medida, la de los perros vecinos y otros compañeros de aventuras.
Ozzy es un simpático y juguetón perro de raza Beagle, que vive con un matrimonio de historietistas y su pequeña hija, tranquilos y felices, hasta que la pareja recibe una invitación para viajar a Japón, relacionada con la revista que dibujan.
El problema es que no tienen con quien dejar al perro, ven la publicidad televisiva de un albergue canino y allí lo llevan. Pero lo que en principio parecía ser un modelo a seguir, por la hospitalidad y el confort que le brindan a sus huéspedes, inesperadamente, sin fundamentos lógicos, lo trasladan a una cárcel con todos los condimentos vistos en otras ocasiones. Donde está el jefe carcelario malo, el guapo presidiario que controla y maneja a los demás, en este caso encarnado por un chihuahua, el bueno, el solidario, etc.
Gran parte del film transcurre en el presidio y los padecimientos e intentos de fuga mantienen la atención del espectador, a la espera de ver si logran con su cometido.
La calidad de imagen y sonido es impecable. La producción no tiene nada que envidiarles a los grandes estudios. Es una historia bien contada, con un buen guión de acuerdo a la narración que vemos, donde no hay golpes bajos, ni momentos lacrimógenos. El protagonista es un héroe de bajo perfil, pero, aun así, lo demuestra en cada escena, convirtiéndose en un líder impensado.
Tal vez el inconveniente más importante por el cual la película es incongruente se deba a la injustificada acción del dueño del pensionado a hacer lo que hace y, por otro lado, que los perros no realizan travesuras propias de su género sino que a sus actividades las representan como personas, pero siendo animales de cuatro patas. Tanto los buenos como los malos y eso provoca el efecto contrario, no resulta tan simpático como se pretende.