Filosofía entre barrotes
Un cartel o placa que vale de prólogo y aclaración sacude el espinazo, y demuestra el escaso o nulo conocimiento que se puede tener del universo carcelario en el juego de conceptos y palabras que coronan discursos y medios en etiquetas que no dicen nada. Y entonces la primera cachetada llega al relacionar la palabra pabellón no con un lugar, sino con personas que lo ocupan. Para que de inmediato una segunda cachetada sin aviso advierta que el pabellón carcelario se refiere a la población de los internos más peligrosos. Allí, el Estado prefiere no llegar para hacer de cuenta que no existen o si lo hacen es para ocupar esa estadística del alivio de los justos, aquellos que se sienten protegidos porque es mejor estén adentro que afuera.
Y el despojo del prejuicio conlleva sus riesgos porque también son ciertas las causas y consecuencias de la marginalidad; la violencia de arriba y de abajo, y en definitiva el cinismo con el que se habla de otro cuando nunca se lo valora por su condición humana.
Pabellón 4 es un documental de observación que sigue el derrotero de un abogado y escritor, Alberto Sarlo, en su proyecto con internos de la Unidad 23 de Florencio Varela (Prov. de Buenos Aires), a quienes inculca el estudio de la filosofía, literatura y enseña a boxear. Son 52 convictos considerados peligrosos por sus antecedentes y causas con quienes intercambia experiencias de vida. A eso se suma el apoyo incondicional de Carlos Mena, otrora detenido en iguales condiciones y que gracias al apoyo de Sarlo y de su propia voluntad de querer alejarse de la delincuencia y el estigma de la marginalidad incentiva a muchos de sus compañeros a pensar, reflexionar y pensarse dentro y fuera de los barrotes en que se discute a Sartre, a Foucault y se entiende adonde quiere llegar Dostoievki, mientras en el patio también se aprende la disciplina del box no para pelear solamente.
La crudeza de los testimonios en poesías o cuentos es más shockeante para el espectador que cualquier imagen explícita de ese micro universo, así como resulta estremecedor el relato de vida de alguno de los detenidos. Las frustraciones de Sarlo en la tarea cotidiana de apostar a futuro en un presente negro y con gran ausencia de las instituciones no es un apunte secundario para este documental de Diego Gachasin, quien ya había incursionado en el ámbito carcelario a partir de la historia de un abogado de delincuentes juveniles en la película Los cuerpos dóciles.
Con Pabellón 4 y su honestidad en la búsqueda de historias más que de certezas, el círculo se cierra perfectamente.