Así como en Navidad confluyen en las pantallas películas que resaltan los valores familiares y el perdón por un lado y una fiebre consumista por el otro, en Semana Santa coinciden temáticas cristianas que evocan la pasión de Cristo o diferentes hagiografías como la reciente María Magdalena (Garth Davis – 2018).
Las películas religiosas están sujetas a numerosos peligros: pecar del didactismo que las acerca al peor de los manuales escolares; excederse en rayos solares que caen directo sobre la cabeza de los protagonistas para indicar un toque de santidad o del Espíritu Santo; exacerbar el sentimentalismo manipulando y condicionando al público. El director Andrew Haytt que registra dos bodrios de terror( The Frozen y The Last Light) y un aceptable drama histórico (Full of Grace) como antecedentes, si bien no puede apartarse de esas tres amenazas tentadoras, las atenúa y logra un respetuoso aprobado.
El punto de partida es interesante: bajo el imperio de Nerón, relata los encuentros poco conocidos entre el apóstol Pablo, preso en la cárcel Mamertina de Roma, y el joven médico Lucas. El emperador aparece fuera de campo a través de las menciones y de imágenes difusas de la ciudad incendiada. En las numerosas reuniones, el evangelista evocará sus memorias y expresará sus pareceres, que luego formarán parte del quinto libro del Nuevo Testamento denominado “Hecho de los Apóstoles”.
De la historia central se desprenden dos subtramas. Una de ellas se refiere a la hija enferma del custodio de la prisión, el prefecto Mauritius, y la otra al rebelde Cassius que habita en la comunidad cristiana. Haytt recurre a un estilo de narración clásica como en las típicas epopeyas de la década del cincuenta, pero a diferencia de éstas se centra más en la palabra que en las acciones.
Las imágenes van y vienen entre el presidio y la casa de los discípulos que acogen a Lucas. Entre ellas se destacan las que tienen como marco el fuerte Ricasoli de Malta, para escenificar el patio exterior del Tullianum donde está confinado Pablo, y para el patíbulo donde será decapitado. Los coloquios del apóstol con Mauritius y Lucas son lo más sustancioso del film, no sólo por lo que se dice, sino también por las dudas que suscita en el primero y por esclarecer el confuso pensamiento del segundo.
Pablo también tiene fantasmas del pasado que lo acosan, la culpa por la lapidación de Esteban cuando era Saulo de Tarso. Solo es objetable la escena en la que, prácticamente, le declama a Lucas la concocida lectura sobre el amor que suele escucharse en los casamientos. También se abusa de una luminosidad sagrada propia de estampita, en cambio reina el decoro y la sobriedad en la resolución de la enfermedad de la niña.
La película se sitúa en un momento histórico en que los cristianos eran martirizados y quemados en cada esquina de la ciudad, algunos ponían en duda su fe y cuestionaban a su líder en ausencia, otros querían tomar las armas para vengarse y estaban aquellos que vacilaban entre huir a lugares más tranquilos donde practicar el culto, o bien permanecer en medio de la inseguridad. La historia terminó por sepultar algunos conceptos que se escuchan a lo largo de la realización.
La Inquisición dio por tierra con los preceptos de Pablo sobre la paz y el amor, en tanto que los papas guerreros desmintieron a los primeros creyentes que dicían que no estaban en este mundo para tomar las armas. Sobre el final, una placa a tono con el acercamiento a los otros credos que fomenta la iglesia, ya que dedica la obra a todos aquellos que fueron perseguidos por la fe