Transcurridos casi tres meses del año 2010, la presencia del cine argentino en nuestras pantallas se revela mínima. No es que no haya habido estrenos nacionales ya que, sobre un total acumulado de sesenta novedades, la cuarta parte es de dicho origen. Pero el porcentaje del público que las ha visto representa un magro 1%. Es cierto que varios de esos films han tenido una muy limitada salida en una o dos salas, muy a menudo de circuitos independientes tales como el MALBA o la Fundación Proa.
Difícilmente se vuelva a repetir el fenómeno del año 2009, donde más de un 15% del total de espectadores (33 millones) vio cine argentino. Claro que la mitad de ellos vieron un solo film. Nos referimos obviamente al “El secreto de sus ojos”, gran ganador del Oscar extranjero.
Es probable que en próximas semanas ese magro porcentaje ascienda cuando se presente lo nuevo de directores tan cotizados como Burman, Trapero u Olivera.
En todo caso, “Paco” de Diego Rafecas que se acaba de estrenar no contribuirá a ese aumento de audiencia de film locales, lo cual resulta paradójico por más de una razón.
En primer término se destaca un amplio reparto, pocas veces reunido en un mismo film. Otro aspecto a señalar es el interés que a priori podía despertar un tema no muchas veces tratado en nuestro cine como es el tema de la droga. Finalmente un buen nivel técnico que incluye la excelente fotografía de Marcelo Iaccarino y una buena banda musical (Babasónicos, Tonolec) no se vieron reflejados a nivel de la crítica en los principales medios gráficos. Y el público, al menos en su primer día de estreno, no respondió.
Diego Rafecas posee una corta carrera como director, que se inicia en el largometraje con la ambiciosa y no muy lograda “Un Buda” en 2005. En 2008 sufre un traspié aún mayor con “Rodney”. “Paco” es, hasta ahora, su film más interesante aunque algo fallido, pese a la riqueza de medios (actores, técnicos) de que dispuso.
El nombre del film tiene una doble significación dado que a la más obvia, que refiere a la droga que se obtiene como subproducto de la cocaína, le agrega el nombre del personaje central que interpreta Tomás Fonzi. Hijo de una congresista (Esther Goris), con un look parecido a una famosa figura de nuestro país (!) es derivado por su madre a una clínica, que dirige el dúo interpretado por una convincente Norma Aleandro y por Luis Luque.
En ese recinto transcurre parte importante del film y es allí donde se entremezclan los mejores y más flojos momentos de un relato que se hace demasiado extenso (dura algo más de dos horas). Entre los jóvenes que habitan el centro de rehabilitación se encuentran todo tipo de personajes. Los hay muy efervescentes, como los que componen Guillermo Pfening, Leonora Balcarce y Romina Ricci, o más introvertidos como la más creíble Majo de Lucrecia Blanco, la casi catatónica Belén de Sofía Gala Castiglione o el propio Paco.
Pero el extenso reparto cuenta aún con otros intérpretes de interés como Salo Pasik como un comprensivo sacerdote empleado en la clínica, Juan Palomino que también lo hace allí como el ”Indio”, especie de guardia nocturna del edificio. Pascual Condito, además de distribuidor de la película, hace su enésima aparición, esta vez como el chofer de la senadora en acertada actuación y Willy Lemos y Claudio Rissi componen dos atormentados padres.
Son buenas las escenas filmadas en Johannesburgo, donde Paco hace sus primeros pasos en el mundo de la droga, pero aún mejores las que muestran la “cocina” de la droga en medios donde conviven traficantes y el lumpen mundo de los drogadictos.
A “Paco” le hubiese sido más beneficioso una menor cantidad de historias paralelas (producto del gran número de personajes), logrando de esa manera focalizar el interés del espectador en el personaje central que, por momentos, parece desaparecer de la historia. Igualmente se trata de un film nada desdeñable y sólo parcialmente fallido.