La enseñanza del loto
Como sucede con todos los temas actuales y urgentes, la problemática de las drogas se ha instalado desde hace tiempo en la televisión, alimentando la letra de los teleteatros de mayor audiencia. Sin embargo, desde los estereotipos casi ingenuos de las películas pretendidamente serias de Enrique Carreras, el cine argentino no la había abordado -hasta ahora- como línea central del argumento.
Con “Paco”, la intención parece ser abarcar no solamente las causas y efectos, sino también -y fundamentalmente- el proceso de recuperación de los afectados.
Alejado de visiones estigmatizadoras sobre las adicciones, Rafecas quiere -según sus propias palabras- “Mostrar el callejón oscuro, pero también indicar la salida”.
Desde un punto de vista formal, “Paco” es irregular, con momentos intencionalmente desprolijos de una estética feísta acorde con lo mostrado.
El director contó para el guión, con la colaboración de Las Madres del Paco, una organización civil de mujeres, cuyos hijos son o fueron víctimas de la droga. Esto inyecta a la película una interesante cuota de veracidad, al nutrirse de información de primera mano.
La banda sonora tiene una importancia protagónica y hace un interesante contrapunto de las acciones: las letras de los Babasónicos y de la cumbia villera ilustran tanto como las imágenes.
Un film coral
En “Paco” existe una historia principal que lleva adelante el joven Fonzi como protagonista. Educado en las mejores universidades pero afectivamente abandonado de su madre (Esther Goris), ensimismada en su carrera política. Recién empieza a conocer la adicción de su hijo, cuando éste aparece vinculado confusamente con un episodio policial. Hasta allí, el joven llegó movilizado por una relación amorosa con otra muchacha de estrato social muy inferior, que lo inicia en el mundo del paco. Con la carga de su pasado, acabará en un centro de rehabilitación, una casa sin llaves ni estructura carcelaria, conducida por dos terapeutas eficaces: Aleandro y Luque.
En este tramo se concentra lo esencial de “Paco”, que es ante todo un film coral, con varios protagonistas y muchas historias (unas más convincentes que otras, como la de Romina Ricci y Juan Palomino, de impecable actuación).
Lo fundamental de esta película está centrado en el proceso de rehabilitación, que implica un proceso con altos y bajos, donde se busca la diversidad cultural y social para un aprendizaje con responsabilidad y afecto, que implica un fuerte trabajo interno para alcanzar la reinserción social.
Callejón abierto
La narración combina escenas en flashback, de tono agresivo, filmadas con luz sobreexpuesta y cámara al hombro, con la intención de mostrar el submundo infernal donde los pacientes han tocado fondo, y cambia de tono en las escenas del centro de rehabilitación, con una cámara tranquila y una fotografía iluminada.
No es casual la alusión a la flor del loto, la más bella en la peor inmundicia, que resplandece en el medio del barro.
Aunque se apela a subtítulos para sintetizar esos procesos temporales, donde algunos cambian y otros reinciden, a la película le sobran algunas frases retóricas, algunas obviedades. Pero el filme se sostiene en la exposición de este problema grave y desatendido que va en expansión. “Estamos en caída libre”, alerta el personaje de Aleandro: “Estamos recibiendo entre 40 y 50 casos graves diarios”.
“Paco” es recomendable y valorable por su compromiso y una mirada que intenta comprender antes que condenar, alcanzando su objetivo de mostrar el oscuro callejón abierto hacia la luz.