Como si fuera un mandato autoimpuesto en la industria, cada año algún escritor y/o guionista indaga en el archivo de las crónicas policiales para escribir una de mafiosos. Más pequeña o de gran producción, siempre tenemos alguna visita hollywoodense al mundo del hampa, tradición que no ha cesado desde Raoul Walsh a esta parte. Tal vez la mafia irlandesa sea la menos recorrida, pero este año vimos dos. Una convencional que no pasaba de unas cuantas piñas que se propinaban mutuamente Liam Neeson y Ed Harris en “Una noche para sobrevivir”, y la que nos ocupa hoy, “Pacto criminal”.
Desde el inicio en una sala de interrogatorio, todo se nos presenta en el tradicional enlace entre el presente y el pasado. Un agente le dice a Kevin (Jesse Plemons) "quiero saber todo". El “Empecemos” que recibe como respuesta da pie también al formato de flashbacks con el que está armado el relato. No será el único que declare por cierto, pero al ver que en 1975 este tal Kevin trabajaba para Whitey Bulger (Johnny Depp), el mafioso más importante de Boston y en el presente anda “cantando” para el FBI, mucho de lo que veremos está anticipado por el simple uso del sentido común.
Al tener toda la trama armada en su cabeza (o casi toda), sin haber llegado a finalizar el primer acto, al espectador de “Pacto criminal” sólo le quedará ver un desarrollo sin sorpresas y al director Scott Cooper ver cómo se las arreglará para entretener ante semejante anticipación.
Poco importará la trama. Ya sabemos que Whitey se rodeó de secuaces. Los que hacen el trabajo sucio y los otros. Los que representan, la connivencia del poder político por un lado y del poder policial por el otro, ya que Billy Bulger (Benedict Cumberbatch) es hermano del capo y el agente Connolly (Joel Edgerton) es amigo de toda la vida.
Ambos hacen la vista gorda porque usan a Whitey para llegar a la mafia italiana que, como siempre, es la más peligrosa. De ahí el pacto del título, aunque no es el único pacto que nos muestra esta película, a juzgar por su comienzo y por el desarrollo de la historia que se extiende a lo largo de 20 años en la vida de esta gente.
Con todo esto dicho, es de esperar (y de hecho ocurre) que la razón de ser de esta producción se apoye en el trabajo de Johnny Depp quien entrega una segura y sólida performance, clara candidata al Oscar de este año. Más allá del cambio radical de máscara (los lentes que usa son “demasiado” artificiales), este villano está construido a partir de lo que se adivina como una profunda investigación del personaje en su forma de hablar, de caminar y de mirar, pero también por su lógica. Probablemente el gran triunfo de un actor sea el de estudiar y entender la manera de conducirse del personaje a encarnar hasta comprender su carácter, su forma de ser y su filosofía de vida en conjunto, con asimilar el entorno en el que se mueve.
Así, Whitey “habita” en el cuerpo de Johnny Depp al punto de adueñárselo. Ahí está la clave. También el resto aporta lo suyo. En este aspecto el casting es una selección de fútbol. A los ya mencionados agregamos a Kevin Bacon, Dakota Johnson, David Harbour y varios etcéteras, cada uno aportando lo suyo para construir este universo.
Los asiduos concurrentes a espectáculos cinematográficos del mundo entero conocen el ecléctico cambio de mascara de Johnny Depp. A esta altura ya es difícil recordarlo "a cara lavada", o simplemente con una base de maquillaje básica, esa que se pone para que la luz del set no rebote en la piel. A veces el abuso de la máscara supera todo comiéndose al personaje (y al filme) como en “Mortdecai”, estrenada este año, otras veces (como en esta oportunidad) el talento pasa a formar parte del todo y entrega actuaciones notables que justifican el valor de la entrada.
“Pacto criminal” vale su peso en minutos.