Johnny Depp volvió a trabajar. Dejó de lado los tics y muecas de Sparrow, Mortdecai, El Llanero Solitario y demás criaturas con rasgos de comedia y compuso un personaje en “Pacto criminal”. El punto de partida para la tercera película de Scott Cooper fue el libro “Black Mass”, de Dick Lehr y Gerard O’Neill, dos periodistas que interfirieron en la carrera criminal de James “Whitey” Bulger, el “más notorio jefe de la mafia de los Estados Unidos”, según otro trabajo de estos autores. El guión apela a una trama de lealtades, traiciones, códigos y honor, pero sobre todo es una historia muy bien contada hasta el último minuto de sus intensas dos horas (los créditos del final son un plus que no debería dejarse pasar).
La historia comienza en los 70 y continúa hasta los 80 (mención especial merecen el diseño de producción, la banda de sonido y el elenco en su totalidad, dirigido con rigor por Cooper). Depp interpreta a Bulger, el jefe del crimen organizado irlandés en Boston. Bulger encuentra una oportunidad en su amigo de la infancia, un oficial del FBI, que lo involucra como informante en la lucha contra la elusiva facción mafiosa de origen italiano. Se trata de una alianza de mutua conveniencia: el agente logra reconocimiento en su carrera gracias a los datos de Bulger, y Bulger manipula al agente y a la situación de tal forma que se queda con el monopolio de todo negocio ilegal.