Pactos y traiciones
En cierta medida es justo decir que películas de gangsters eran las de antes, y al decir esto también se podría acotar que gracias a joyas como The Godfather (El Padrino, 1972) o Goodfellas (Buenos muchachos, 1990), las fórmulas sobre estas se han impuesto como un paradigma de uso extensivo y su energía parece haber perdido potencia con el paso de los tiempos.
Pacto criminal llega para recordarnos que hubo una época en que las mafias étnicas cumplían un rol predominante en las sombras de la comunidad de los Estados Unidos, y así como hemos visto una y otra vez films mostrándonos alianzas y traiciones mortales entre ellas y sus integrantes, la nueva película de Scott Cooper (el novato director que nos sorprendió levemente en Out of the Furnace en 2013), llega para cavar en lo hondo de una de las historias célebres del pasado del crimen organizado en ese país.
Si bien la fórmula está repetida y gastada, Pacto criminal incurre en ciertas prácticas que le otorga un aire de ventaja para diferenciarse de producciones anteriores, y aunque esto es bien recibido no alcanza para evitar la sensación de estar viendo escenas de películas de la mejor época de Robert De Niro. Aun con ese gran desacierto de guion, la película funciona correctamente, aunque eso sí, puede llegar a resultar soporífera si nos agarra desprevenidos.
Lo más destacable del film es la llamativa actuación de un Johnny Depp desentendido con sus típicas muecas y falta de originalidad habitual, y dando de sí la que sea muy posiblemente su mejor actuación de los últimos años. En cierto modo irreconocible por el maquillaje y por otro lado compenetrado con un personaje serio y conflictivo que aunque podría haber rendido muchísimo más, consigue resaltar entre la falta de tacto de gran parte de la película.
Joel Edgerton (The Great Gatsby, Warrior) es otro que se destaca con su papel de agente del FBI, cumpliendo un doble rol que juega constantemente entre los límites de la legalidad.
Pacto criminal intenta estar a la altura de un cine olvidado y que difícilmente vuelva pronto, pero lo hace repitiendo fórmulas que han pasado de la clara efectividad al cansancio, con lo cual deja al descubierto una pobre creatividad desde la visión del director.
Si me preguntan qué es lo que le falta a Pacto criminal para convencer, es simplemente otro tipo de enfoque, que sin necesidad de revolucionar el género podría haber ayudado a que sus poco más de dos horas de duración resultasen más amenas para el espectador.