Pasado olvidado Las historias de dulces abuelos festejando sus bien llevados aniversarios de casados siempre son alegres historias que a uno le enternece y le dejan que pensar en el futuro con su propia pareja (en caso de tener una, claro). Bueno, 45 años es una película que básicamente nos cuenta eso, una pareja de ancianos festejando sus más que envidiables 45 años de casados, ya que el festejo de los 40 se vio interrumpido por la salud de uno de ellos. Pero la historia de esta película es engañosa, y cuanto menos llamativa. Es que la trama real no se nos presenta solo como los preparativos de la fiesta, si no, de unos entretelones mucho más oscuros e inesperados que desentierran, casi literalmente, el pasado de uno de los ancianos y desatará así una seguidilla de reacciones y situaciones inesperadas. El problema con el film es que este conflicto no se nos presenta de forma seria hasta casi llegada la primera hora de metraje, otorgando un giro inesperado en la historia y dándole de una vez por todas un poco de jugo a la trama. Hasta ese momento 45 años no es más que una mera estepa dramática con pequeños picos destacables solo desde lo actoral, que se mantendrán durante todo la película. Tal es el caso de la muy buena actuación de la actriz inglesa de enorme trayectoria Charlotte Rampling (Melancholia, Swimming Pool), a tal punto de haberle valido su performance en el film con una nominación a mejor actriz principal en la última edición de los premios Oscar. Lejos de eso, la nueva y tercer película de Andrew Haigh (Weekend, Greek Pete) deja sabor a poco y grita clemencia por más contenido, mucho y más rico contenido. El peor pecado es que esto podría haber sido fácilmente remendado desde el guion y la dirección, pero se le intentó dar tanto una imagen distanciada a la película que termina cayendo en el aburrimiento rápidamente.
Terror que no es tal Una de terror más y van… Es tan difícil toparse actualmente con una película de terror decente que a uno ya se le van las ganas de solo leer las sinopsis. El caso de Martirio satánico (Martyrs) no es distinto a lo anteriormente relatado, pero de lo que sí se puede jactar es de contar una historia original para lo que estamos acostumbrados a encontrarnos en el género. Aun cuando el título en español hace reminiscencias a una historia plagada de demonios y seres sobrenaturales, estos son lo menos en la película, la cual termina acercándose más a un thriller que a una película de terror propiamente dicha. Siendo este el segundo film de los (presumiblemente) hermanos Kevin y Michael Goetz, no asombra la fusión entre géneros, ya que en su primer film Scenic Route (2013), no estrenada en el país, se divisaba un buen manejo de los tiempos y creación de situaciones que jugaban en los bordes de cada uno. Martirio satánico, aun con sus aciertos desde la fusión de géneros, falla completamente desde el guion y la producción, y deja algunos aspectos técnicos un tanto olvidados también. Sin ahondar mucho, se puede decir que la película no cumple con la cuota de miedo necesaria para calificar realmente como película de terror hecha y derecha y deja varios cabos sueltos en su historia, aun cuando estos mismos sean parte de lo más interesante que tiene el producto final, que es como conté anteriormente, la originalidad de su historia.
En busca de la identidad La chica danesa nos muestra la lucha y posterior transformación de un reconocido artista plástico llamado Einar Wegener, en la búsqueda de su verdadera identidad sexual. Cuando aún en plenas condiciones de masculinidad pintaba sus clásicos paisajes escandinavos, un atisbo de femineidad se abría paso desde sus más intensos deseos de encontrar su identidad y así como creaba en sus lienzos paisajes fríos llenos de emoción, hace de su lucha y de las expresiones de deseo una obra de arte aparte. En primeras instancias la lucha interna del célebre artista se ve proyectada en un claro brote de fetichismo por las prendas femeninas, sus formas y texturas, para luego dar rienda suelta a una frenética cruzada hormonal que lo terminaría por autodenominar como una mujer encerrada en cuerpo de un hombre. Un prisionero de su propio destino que aguarda para ser forjado tal como sus pinceles desdibujan sus obras. Es tal vez este factor fetichista el que más incómoda o interfiere en la proclama de Einar, ya que claramente pasa de un pleno deseo sexual naturalmente masculino a un incipiente comportamiento a sabiendas, homosexual. Considerando que la historia es la adaptación de la novela basada en un hecho real, la posibilidad de que la situación haya sido cierta, existe. Pero de todas maneras no deja de ser una secuencia de sucesos que hace ruido en la historia, tal como es presentada. Tom Hooper es bien conocido por llevar historias de época a buen puerto, ya habiéndolo demostrado con Los miserables (Les Misérables, 2012) y El discurso del Rey (The King's Speech, 2010), esta última inclusive ganadora del Oscar a mejor película del año, entre otros premios. Este nuevo film no es la excepción, la composición de la su nueva obra es tan delicada y precisa como las anteriores, aunque peca de cierta ligereza en la contextura de su guion y termina no siendo tan provocativa e impactante como, por ejemplo, El discurso del Rey. Si un factor es decisivo en La chica danesa, es el talentosísimo Eddie Redmayne, y gracias a su magistral interpretación logra estar entre los mejores del año, y por qué no, como el mejor del año nuevamente. Redmayne logra meterse en la piel de una mujer hecha y derecha, sus expresiones denotan un fino trabajo de interpretación al mismo nivel que el realizado en el 2014 con La teoría del todo (The Theory of Everything). Es realmente un deleite ver cada detalle picaramente femenino en su cara y comportamiento corporal, que asombra realmente la composición lograda, y básicamente podemos decir que se lleva la película por delante con su interpretación. Alicia Vikander (Ex Machina, The Man from U.N.C.L.E.) no se queda para nada atrás con un papel que parece haber sido creado especialmente para ella. Cabe destacar de todas maneras que Vikander es una actriz con muchos vicios de interpretación, recayendo constantemente en interpretaciones malhumoradas y de fuerte carácter, aun cuando no son necesarios. En este caso, aun cayendo nuevamente en los lugares fáciles a los que tan acostumbrada esta, consigue una actuación memorable, digna, al igual que Redmayne de llevarse una estatuilla en la entrega de los premios de la academia (no es mi veredicto final). La chica danesa se destaca en varios factores, y no muestra puntos débiles notorios. Todo, desde su magnífico arte, pasando por la dirección y sus magníficas actuaciones, son un deleite y está entre los mejores films del año que pasó (recordemos que se estrena atrasada en nuestro país). Sin dudas, es una excelente opción para esta semana.
Juicio y castigo Tan solo minutos pasaron desde que terminé de ver En primera plana (Spotlight, 2015) y una sola palabra viene a mi cabeza: vacío. Se trata de esas películas que cumplen, pero que no dan mucho más de sí, y sinceramente estoy hartamente sorprendido por el resultado final de lo que esperaba que sea una de las grandes películas del año y la cual terminó siendo una más del montón, no solo del año, sino de la historia. El nuevo film de Tom McCarthy lejos de sorprender y deslumbrar no deja en ningún momento de ser una mera estepa, la cual no despega casi en ningún momento de sus 128 minutos. No solo no despega su historia, tampoco la narrativa, ni sus actuaciones, cuanto menos su dirección. Es sorprendente, y tal vez no tanto, que haya recibido tantas nominaciones a los premios Oscar, y es en el ¨talvez no tanto¨ de mi descripción en el que se encuentra la clave para entender todo. Y es que En primera plana es una más de las que a mí me ha gustado llamar años anteriores como ¨nominaciones patrióticas del año¨, el cual esta vez no es el caso concreto, ya que la historia detrás no debería desencadenar ningún orgullo nacionalista ni mucho menos, pero no está lejos del lugar en el que he encasillado en su momento a films como 12 años de esclavitud (12 Years a Slave, 2013) o Lincoln (2012), tediosas producciones que carecían de total encanto y que solo llegaron adonde llegaron por las hábiles manos de sus productores. En primera plana en este caso no llega al punto drástico de los casos que expuse anteriormente, pero sí que sabe recordarnos que muchas veces para la Academia pesa más el marketing que el talento. Esta es la quinta introducción en la dirección de parte de Tom McCarthy y lamentablemente con esta no logra demostrar mucho de sí. Su desempeño como realizador queda totalmente estancado en un relato simple que no posee ninguna vuelta de tuerca, y su forma de contarnos la historia desde detrás de cámara termina siendo tan del montón como así opaca. Pasando por el lado de las actuaciones es la misma historia, nadie se destaca entre sí, talvez un tanto Michael Keaton (Birdman) obteniendo un poco más de aire con su personaje respecto a otros, pero nada lejos de la media. Las nominaciones tanto de Mark Ruffalo (Foxcatcher) como de Rachel McAdams (About Time) bajo la terna de mejor actor y actriz en papel secundario respectivamente, son también bastante llamativas, más que nada en el caso de Ruffalo el cual desarrolla un personaje totalmente sobreactuado y hasta por momentos que parece sufrir de algún retraso mental, cuando el papel no lo amerita para nada. Es verdad que parecieran todas malas para el film, pero no es tan así. La película es buena, pero queda debajo de los estándares para este tipo de obras que cuentan una historia real desde el lugar del periodismo. Ahora, la pregunta es: ¿se merece En primera plana alguna de las ternas a la que ha sido nominada en los Oscar?. O inclusive: ¿Se merece ganar alguna? La respuesta es rotundamente no, tal así como no se lo merecían 12 años de esclavitud, ni Lincoln, para retomar los ejemplos que cite anteriormente. Los premios de la Academia tienen siempre ese olor a arreglo comercial detrás, y los casos que lo demuestran en su historia sobran, pero por esta vez, y solo por esta vez, podemos quedarnos con la mimada del año, En primera plana.
El legado continúa 40 años han pasado ya desde el estreno de la primera Rocky, esa película que marcaría un hito en la historia del cine y la cultura popular, la que a través de su característica melodía de ¨Gonna fly now¨ llenaría de fuerza la sangre de miles o millones de deportistas desde ese mismísimo momento, sin contar con ser el clásico y casi obligado tema a usar en montajes de videos de boxeo y parodias por doquier. En su momento la primera Rocky sumó 3 premios Oscar y más de una docena de premios en festivales y competencias oficiales. Fue el año 1976 en que la magia de ¨El semental italiano¨, Rocky Balboa, pasaría a formar parte de la memoria de todos nosotros. Hemos visto pasar secuelas de las que podríamos hablar tanto, pero esta vez es distinto. Creed marca una grieta y se convierte en una auténtica bisagra para la franquicia manejada por Sylvester Stallone. Las razones de esto son varías y están a la vista: esta vez Rocky no vuelve a las cuerdas a luchar con el cuerpo, sino que lo hace con el alma y el espíritu. En esta oportunidad su conocimiento, su legado, es transferido al hijo de su mayor rival de tiempos pasados, el hijo de Apollo Creed, personificado en este caso por Michael B. Jordan. Bajo la gran responsabilidad de la dirección de esta nueva película se encuentra Ryan Coogler, un joven director de poca experiencia que debutó en la pantalla grande con el film Estación Fruitvale (Fruitvale Station, 2013), una película de denuncia social basada en una historia real de gatillo fácil por parte de la policía contra un ciudadano negro. Quien haya visto su primer película podrá notar un gran cambio y evolución para con Creed, algo realmente llamativo tomando en cuenta que Estación Fruitvale no se destaca por su fluidez y cuenta con muchos problemas bajo la dirección y el guion, el cual estuvo también a cargo del propio Coogler (y lo cual se repite en Creed en modo de co-autoría). Creed funciona a niveles necesarios para ser el puntapié inicial de una saga revitalizada y deja un agradable sabor en la boca que se ve apañado por alguna que otra decisión no tan acertada al intentar hacer uso de la nostalgia como recurso, convirtiéndose en un arma de doble filo. En ella no faltan las referencias, algunas simples y agradables, y otras tan forzadas como innecesarias, pero por atino de varios otros factores no logran apañar el resultado final. Las actuaciones están a la altura de las circunstancias, nadie falla ni pretende más de lo que puede dar, tanto Michael B. Jordan en el papel del hijo de Apollo Creed como Stallone en el de Balboa se complementan desde el primer momento como si fueran tío y sobrino tal como se pretenden autodenominar en la película. La actuación de Stallone viene levantando cierta polvareda por su galardón obtenido como mejor actor de reparto en los Golden Globes y la nominación bajo la misma categoría en los premios de la Academia. Si bien es cierto que es destacado su performance en el film, la nominación parece ser más de índole honorifica o de envión mediático, aunque esto no signifique que no tenga posibilidades de ganar la estatuilla. A grandes rasgos Creed no solo cumple con el nuevo público, sino también con el viejo fan, aunque incurro que tendrá mejor aspecto positivo en los primeros, ya que la marca que ha dejado Rocky en los corazones de todos los que la tenemos aún presente es muy grande y difícil de reemplazar.
Ética de un asesino Afonso Poyart es un realizador brasilero con poca experiencia dentro del mundo del cine habiendo sido su ópera prima la película titulada 2 Coelhos, estrenada en 2012 en las tierras cariocas y la cual no ha sabido trascender sus propias fronteras para llegar al resto del mundo. Tal vez este caso es el que más llama la atención al tomar en cuenta que Poyart consigue con su nueva producción En la mente del asesino (Solace) incursionar en Hollywood y ni más ni menos que con un elenco que incluye entre otros al gran Anthony Hopkins. El nuevo film de Poyart hace bien en recurrir a ciertas caras reconocidas, dado que aunque su historia es interesante, carece del suficiente peso argumental para mantenerse por sí sola sino hasta la última media hora de metraje. Es que el guion cuenta con ciertas fisuras en su estructura que debilitan su narración rápidamente y las cuales no se ven solventadas hasta el giro de carácter psicológico que se produce con la entrada del personaje de Colin Farrell quien se presenta en esta ocasión como el integrante más sólido dentro del elenco, lo cual es una gran sorpresa y sirve de punto de gran inflexión en la historia. Unos de los aspectos más interesantes, pero no necesariamente buenos, son los ¨experimentos¨ de montaje que sufre la película intentando canalizar de alguna manera más cautivante las visiones que sufre el personaje de Hopkins a causa de la incursión del personaje de Farrell. Este punto es de esperarse sabiendo que en su ópera prima el realizador brasileño supo dotar a la misma de una estética que por momentos se volvería muy interesante. Aun así se puede apreciar cierta mezquindad de recursos para con estos ¨clips¨ de montaje que terminan generando una imagen menos profesional de lo pretendido. En la mente del asesino es un policial que no sobresale de la media, pero aun así sabe sumarse unos puntos con un buen giro de trama que consigue madurar la narración y conseguir finalmente con esto, un buen thriller.
Naturaleza extrema Era el año 1991 y se estrenaba a nivel mundial una de esas películas que se convertirían en un clásico moderno de nuestra televisión de fin de semana. Sin ser una maravilla del séptimo arte ni mucho menos, dejó una huella en nuestra memoria que hasta el día de hoy muchos aun seguro conservan. Por nuestras tierras se la conoció como Punto límite (Point Break) y se presentaba como la cuarta película de una prematura Kathryn Bigelow, quien más tarde se convertiría en la primera mujer en alzarse con un Oscar por Mejor Dirección con Vivir al límite (The Hurt Locker, 2008) y la cual también ganaría la estatuilla como Mejor Película del año. Veinticinco años después de su estreno (hacer la cuenta me dio escalofríos) llega a las salas Punto de quiebre, una nueva versión de este cuasi clásico moderno que seguramente todos hemos visto hasta el hartazgo en su momento, y no solo vuelve con rostros frescos y nuevos, si no que suma esta vez un gran aliciente de espectacularidad con sus escenarios naturales y los maximiza gracias al 3D empleado para su proyección. Parece que la historia quisiera en parte repetirse, dado que su director Ericson Core suma con este su segundo film en ese rol. Un caso mínimamente parecido al de Bigelow en su momento con la diferencia de que Ericson tiene ya toda una carrera hecha en Hollywood como director de fotografía en films como Rápido y furioso (The Fast and the Furious, 2001) y Daredevil (2003). Siendo esta su segunda película termina sorprendiendo satisfactoriamente con los bellos planos de escenarios que recorren sus protagonistas, claro que esto es comprensible debido a que también se desempeña como director de fotografía para no perder la costumbre. Las escenas de acción dejan de lado la violencia humana para dar lugar a la furia de la naturaleza que es finalmente la protagonista más importante y la cual se ve realzada gracias al 3D empleado para su visión, que aunque no es indispensable, consigue funcionar muy bien en las secuencias de deporte extremo. Desde la parte actoral todos cumplen de forma correcta, sin grandes sorpresas ni nada que destacar, excepto un hecho curioso y totalmente anecdótico, y es que uno de sus protagonistas, el actor Luke Bracey luce como un auténtico clon del recordado y ya fallecido Heath Ledger (y si no me creen, vean el trailer por favor). Ahora, la verdadera pregunta que uno se hace al ver esta película es si realmente hacía falta hacer una remake de la cinta estrenada en 1991, y la respuesta es como en la mayoría de los últimos casos es no, no lo hace. Pero hay que destacar que esta nueva versión presenta un gran factor de belleza y hasta de cierta libertad espiritual a través de la ideología que persiguen los ¨delincuentes¨ de turno, la cual trasciende por demás a lo presentado en la versión original del film. Y por otro lado puedo asegurarles a los que disfruten de hacer deportes abiertos o extremos en general, que la película les va a saber llegar a las fibras sensibles que compartan actualmente con ellos.
La fuerza más viva que nunca Habiendo pasado horas después de haber visto Star Wars: El despertar de la fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015) sigo preguntándome cada vez con más frialdad qué escribir acerca de ella. ¿Qué esperan los fanáticos? ¿Qué esperan los lectores? ¿Qué esperan de mí, que esperan de ella? De mí no sé, pero de la película seguro que algo fantástico. Y tal vez esa es la clave para comenzar a hablar sobre la película. De más esta decir, que el entusiasmo que ha despertado esta nueva entrega de la saga más famosa del cine de ciencia ficción es tan grande y apabullante que termina contagiando con todo su fervor hasta al más desinteresado. También es verdad que ha generado algunas controversias con un sector al cual se le puede atribuir un hartazgo por la locura que se ha desatado en los últimos días. Lo más claro es que Star Wars no es solo una saga de films de ciencia ficción, sino también una pasión, una que no duerme y que hoy en día está más viva que nunca. Algunos se preguntaran si El despertar de la fuerza le hace honor al resto de las películas, y más que nada a la primera trilogía. Sin dar más vueltas y trayendo alivio a los lectores, puedo asegurarles que la respuesta es sí, le hace honor a la primer trilogía, y usando esto como catapulta comienzo a darles mis parecer. Siendo esta la 6ta película como director de J.J. Abrams (incluyendo una para TV) sigue sorprendiendo su desempeño por la docilidad y templanza al momento de enfrentarse ante producciones tan grandes y estresantes como esta. Y lo más llamativo en esta producción es que aun así su visión parece haber sido contenida, casi como reprimida hasta cierto punto, y todo para no alejarse tanto de la narrativa tan común dentro de la saga, que se diferencia de su manejo tan ¨moderno¨ y distintivo al momento de dirigir. El guion es sólido y entretenido, de eso no cabe ninguna duda, inclusive se puede decir con plena seguridad que cumple con lo prometido, e inclusive sorprende con su factor altamente cómico, sobre todo en la primera mitad del film antes de que se desemboque la verdadera acción. Francamente mientras pasaban los primeros minutos mi interés en la balacera de chistes y situaciones cómicas descendía cada vez más, ya que llega un momento en que ya parecen demasiados e innecesarios, algo que comienza a restarle fuerza a la trama, aunque rápidamente esto es compensado con cada nuevo paso que dan los personajes en su aventura y así como la historia parece pecar de liviana y con poca acción, comienza de a poco a delimitar el comienzo de una gran batalla con una trama mucho más seria y oscura que el resto del film. En la historia no faltan los guiños y las referencias más que evidentes, y algunas no tanto, pero lo que más sorprende es la solvencia de estos vínculos referenciales que terminan siendo tan necesarios para la historia, aun cuando parecen totalmente forzados y estar en el límite de perjudicar todo, logrando así ser tan bien justificados que resultan toda una delicadeza. Ya desde declaraciones al comienzo de la producción del film se hablaba de la impronta que tendrían las figuras femeninas en la nueva saga y esto queda totalmente confirmado con los personajes a cargo de las bellas Daisy Ridley (Scrawl), Gwendoline Christie (Game of Thrones) y Lupita Nyong'o (12 Years a Slave), aunque en los dos últimos casos sus rostros no se vean la impronta de sus personajes es evidente, aun en el caso de Lupita con su personaje totalmente virtual. Pero claro está que quien más resalta por su papel principal es la joven Daisy Ridley interpretando a la chatarrera del planeta Jakku que verá cambiar su vida con la llegada de BB8, el nuevo y querido droid de la saga. Su interpretación es más que adecuada y hace recordar a la Furiosa de Charlize Theron (el gran personaje femenino del año), aunque en comparación quede opacada por esta última. Los personajes míticos y que regresan al ruedo no solo forman parte del lado emotivo de la película, sino que son un eje central de ella siendo claros motores de la trama en el caso de los personajes de Han Solo y Leia, junto a los inseparables Chewbacca, C-3PO y RD2D. Sin ir más lejos en donde la mayoría de los personajes masculinos se desempeñan de manera ejemplar es donde se encuentra lo que parece ser uno de los grandes errores de la película de la mano de un Kylo Ren interpretado por un Adam Driver (Frances Ha, Tracks) que muestra tanta tibieza como falta de tacto y el cual se ve incrementado hacía el final de la película. Uno podría justificar esto con la naturaleza del personaje, pero es evidente que hay un problema en la interpretación del mismo. Otro de los grandes inconvenientes de la cinta es el abuso de CGI con algunos personajes que están tan alejados de una visión realista que logran decepcionar bastante, sobre todo porque no se entiende la decisión tomada. Claro ejemplo es el del personaje de Maz Kanata, virtualmente a cargo de Lupita Nyong'o. El proceso 3D en la proyección es destacable, pero no indispensable, ya que su utilidad narrativa va disminuyendo con el pasar de los minutos hasta quedar totalmente relegado. Star Wars: El despertar de la fuerza podría haber sido mejor, pero no parece que esto sea necesario ya que cumple de tal manera que dejara a todos contentos, desde el más fanático hasta al más nuevo y joven amante de su universo, y lo más importante es que deja rienda suelta para una aventura totalmente épica en sus próximas entregas.
Nueva sangre al volante Antes de comenzar esta reseña debo hacer una confesión: no vi El transportador 3 (Transporter 3, 2008), y debido a esto me veo en falta para hablar fielmente de si esta nueva entrega conlleva alguna relación argumental o simplemente es un intento de reboot dejando de lado al ya tan acostumbrado Jason Statham. Mis fuentes externas me afirman que no habría correlatividad ni hilo conductor entre la anterior entrega y esta, pero aun así prefiero dejar eso bajo el escrutinio de ustedes, queridos lectores. El transportador recargado (The Transporter Legacy) es el segundo largometraje de Camille Delamarre, quien algunos ubicarán por debutar con Brick Mansions (2014), la obra póstuma del recordado Paul Walker, y con la cual obtuvo una gran repercusión mediática en todo el globo, que de todas maneras no le aparejó una gran afluencia de público, por lo menos en los Estados Unidos en donde no llegó ni siquiera a cubrir lo gastado en el film. Dejando de lado esto, Delamarre comienza a pisar relativamente fuerte en el cine de acción haciéndose cargo de una franquicia conocida y ya bien establecida en el público. Aunque los resultados no sean óptimos y muestra un gran camino por recorrer, el novato director también denota una buena habilidad para las escenas de acción, atreviéndose inclusive a transgredir un poco con ágiles movimientos de cámara en espacios reducidos. Así como este film se nos autopresenta como un presumible reboot de la saga, el mando del transportador cambia de conductor, llegando a las manos del poco conocido Ed Skrein, quien muchos pueden llegar a ubicar como Daario Naharis, en la serie de HBO, Game of Thrones. El actor londinense también parece empezar a pisar fuerte como personaje de acción, desempeñando cada vez más papeles de estas características y obteniendo buenos resultados en ellos. Aunque en un comienzo su personificación puede llegar a ser un tanto fría (incluso más que la de Jason Statham) logra dar luego un pequeño giro de simpatía que lo vuelve mucho menos antipático para la trama, aunque sin ir muy lejos ya que el personaje no es lo que uno podría definir como ¨cálido¨, ni tampoco necesita serlo. En este película no hay grandes sorpresas actorales ni técnicas, la película cumple con su cuota de acción sin dar mucho más de sí y repite en buena parte la estructura de por lo menos las dos primeras entregas. Algo para destacar por lo extraño o particular que resulta es que para el oído entrenado es notorio el doblaje en postproducción de la cinta prácticamente completa, realizada con los mismos actores del film y con un forzadísimo ingles en el caso de muchos de ellos. Tomando en cuenta que una buena parte del elenco es de origen francés, tal vez la explicación vendría por ese lado, pero sinceramente cuesta entender la decisión de esto, si es que fue un acto premeditado. El transportador recargado (o El transportador 4 para los amigos) es un reboot de menor calidad que sus antecesoras en cuanto a producción y resultado, lo cual me hace dudar la continuidad de la saga para los próximos años, al menos que los números la acompañen alrededor del mundo. Aun así es una buena opción para los que gusten del cine de acción y no acudan con grandes expectativas.
Nada es lo que parece Pájaros negros es la opera primera del joven realizador Fercks Castellani, quien se arriesga a dar los primeros pasos en el medio con una arriesgada historia de celos y engaños en donde nada es lo que parece. Si bien el apartado técnico no es el mejor y las actuaciones carecen de total naturalidad y soltura, no son estos motivos de sorpresa considerando que es la primera incursión del director en el medio y se antoja un gran esfuerzo de todas las áreas, destacando tal vez desde la producción y sus roles afines. El guion aunque bien intencionado y con un planteo claro desde el principio, peca de algunos clichés típicos del género que son muy comunes entre las producciones nacionales, pero aun así logra crear un ambiente entretenido y con cierta expectativa en la trama. De la mano de una hábil vuelta de tuerca Castellani consigue no solo despejarnos dudas y darle aire fresco al relato hacía el final, sino también salvar a la película de su propia caída, y así dejarnos un sabor de boca mucho más dulce respecto al resto del film. Pájaros negros es un buen intento como ópera prima y su resultado entretiene a lo largo de sus 72 minutos de duración. Queda claro que el resultado no es óptimo y hay muchas asperezas para limar, tal vez más de las que uno esperaría, pero logra mantener en vilo al espectador y sorprender hacía el final con un desenlace inesperado.