Como un integrante más de la familia Brown, el oso Paddington es estimado y bien considerado dentro de una pequeña comunidad en un barrio céntrico de Londres. Con motivo del centenario cumpleaños de su tía Lucy, el adorable plantígrado dará con el regalo perfecto en la tienda de antigüedades: un viejo libro animado sobre Londres. Pero no todo será tan sencillo como parece en un principio y deberá realizar una serie de trabajos disparatados a fin de obtener el dinero para hacerse del valioso presente. Para desdicha del protagonista, sorpresivamente el ejemplar libro será robado al tiempo que él será injustamente acusado de ladrón. A fin de hallar al culpable y limpiar su nombre, la familia Brown junto a Paddington y sus amigos se embarcarán en una serie de aventuras para hallar al culpable y recuperar el obsequio para tía Lucy.
Como si se tratara de páginas que emergen del mismo libro que encuentra Paddington, el cuento se desarrolla en una Londres deliciosamente puntillista, casi dibujada. La película despliega con igual destreza secuencias de acción, escenas de golpes y porrazos, e incluso pequeños interludios musicales.
En una evidente admiración por el propio cine como arte, la cinta incluye con eficacia citas a reconocidos maestros de la comicidad: el Chaplin de “Tiempos modernos”, el Keaton de los trenes, el Tatí de la cotidianeidad del barrio y el humor británico de la mejor época. La técnica cinematográfica de combinar actores reales con un personaje animado resulta en un producto exquisito sin por ello perder sensibilidad y verosimilitud en cada una de las escenas.
El carácter afable e inocente del oso Paddington, con toda la espontánea ingenuidad que puede tener un animal no atado a humanas convenciones sociales, logra fácilmente generar dulzura y empatía sin recaer en el sentimentalismo simplón. El film triunfa en la imaginación con que construye cada momento, siendo su ajustada narrativa y exquisita técnica el medio para conseguir un producto gratamente no habitual en el género. (M.S.)