Hacia 1958, el escritor Michael Bond creó al osito Paddington, uno de los personajes más populares de la literatura infantil contemporánea, cuyos libros han tenido ventas millonarias en 40 idiomas alrededor del mundo. El autor británico, fallecido el año pasado, bautizó al personaje con el nombre de la estación donde compró un peluche que le regaló a su mujer; y que marcó el inicio de un inspirado trabajo creativo.
Con toda justicia, esta segunda película que recrea las aventuras del oso de origen peruano fanático la mermelada de naranja, está dedicada a la memoria del escritor; y logra mantener el superlativo nivel con el que Paddington debutó en la pantalla grande en 2014. Sin apuros, golpes bajos ni estridencias, el nuevo film de la factoría de Studio Canal, encuentra sus principal acierto en una narración que extiende por poco más de una hora y media el placer de un relato contado con sensibilidad y respeto absoluto por el público. Por más de que en esta oportunidad, el personaje central de la historia pase buena parte del metraje tras las rejas, apresado injustamente por un robo que no cometió, la película construye un aura luminosa; poniendo siempre en el centro de la escena la lealtad de los vínculos.
Visualmente, todo un ejército de animadores dan en la tecla exacta a la hora de combinar acción real y animación, logrando ensamblar de manera absolutamente orgánica al elenco de estrellas británicas que desfilan en pantalla con el oso animado. Desde un villano y divertidísimo Hugh Grant hasta destacadas actrices como Sally Hawkins (nominada este año al Oscar a Mejor Actriz Protagónica por La forma del agua) y Julie Walters. En la versión original, la voz de Paddington la aporta el talentoso Ben Whishaw, pero en los cines mendocinos sólo tenemos la chance de escuchar a Nicolás Vázquez, ya que no hay funciones subtituladas disponibles en las salas locales.
Más allá de la calidez narrativa y su deslumbrante andamiaje visual, lo que hace de esta película una experiencia maravillosa para chicos y grandes, es su mixtura entre pasajes de humor desopilante y momentos de una ternura inconmensurable. El film articula una batería de gags que heredan la tradición de lo mejor de la comedia muda. El ejemplo más explosivo se da tal vez cuando el pequeño oso hilvana una cadena de divertidas torpezas en una peluquería, uno de los tantos trabajos con los que busca ahorrar dinero y así comprar un libro pop-up con ilustraciones de Londres, para enviárselo como regalo de cumpleaños a su tía Lucy. Como esta escena, hay otras tan divertidas como bien resueltas.
Más allá del sofisticado cuidado en cada rubro técnico y artístico, en Paddington 2 flota una atmósfera que conecta con esa sensación tan simple como mágica, que guardamos de por vida en nuestro ADN: el momento del cuento antes de dormir. La película tiene un refinamiento de detalles fuera de serie para el estándar del cine infantil actual, pero lejos de alardear o aleccionar se entrega a la libertad. No necesita del cinismo para conectar con el público adulto, ni del abuso de golpes de efecto para mantener a los niños sentados en la butaca.
Esta joya industrial concebida con pasión artesanal, entretiene y conmueve sin ponerse solemne ni aleccionadora. Al igual que otras maravillas del cine de animación reciente como Coco, focaliza en los vínculos familiares como refugio incondicional, así como en la necesaria cuota de aventura para que todo cuento (como la vida misma); conserve el sabor de la más exquisita mermelada.
Paddington 2 / 2017 / 100 minutos / Apta para todo público / Dirrección: Paul King / Con: Hugh Grant, Sally Hawkins, Julie Walters, Peter Capaldi, Jim Broadbent, Hugh Boneville, Noah Taylor, Brendan Gleeson y Ben Whishaw (voz de Paddington en la versión original)