Dar la cara
"Nos quedábamos en las esquinas por si les pasaba algo", dice uno de los 10 hombres seleccionados por Joaquín Daglio para dar vida a este film, sobre su lugar, mientras ellas, las Madres de Plaza de Mayo, protestaban por la suerte de sus hijos. "Nunca nos organizamos", "fuimos acompañantes", agregan otros admitiendo su papel secundario, de reparto, en aquella épica de lucha, de dolor, de búsqueda de la verdad y de pedido de castigo a los culpables del genocidio.
Este film intenta dibujar el desdibujado lugar de los padres de desaparecidos; es decir, el de maridos y viudos de esas mujeres que sí adquirieron gran notoriedad pública. Daglio y su equipo pudieron filmar los testimonios -en su mayoría más emotivos e íntimos que políticos y con toda esa inevitable carga de tristeza, bronca, culpa y melancolía- de diez hombres que hablan a cámara en sus hogares, en bares, en clubes deportivos, en aviones, en veleros, en plazas, en escuelas o en el propio Parque de la Memoria hasta que se reencuentran en la Plaza de Mayo.
No hay grandes hallazgos cinematográficos (está claro que esa no era la búsqueda principal), pero sí un gran valor testimonial. Estos hombres, finalmente, también pudieron dar la cara y ese es el gran mérito de la película. Ahora sí: quien quiera oir que oiga.