Cuatro chicas viajan al centro porteño en pleno auge de los 90 y viven la noche: los primeros besos y el descontrol adolescente son solo algunos de los temas abordados por Paisaje.
Jimena Blanco le da un tono melancólico y experimental a su primer largometraje. Ver Paisaje se asimilaría mucho a salir una noche con chicas que nunca salen de joda pero 25 años atrás en el tiempo. La música, la vestimenta (y el famoso walkman), Calamaro, Ricky Martin y hasta las charlas triviales sobre Chiquititas sumergen al espectador en lo noventoso. Tampoco habría que pasar por alto que una de las chicas es seguidora de la banda de Kurt Cobain y que su primer noche en la ciudad deciden ir a un concierto punk con solo monedas (otra época).
Desde lo formal se trata de un film curioso, en sus 67 minutos de duración no se afianza en ninguna zona de confort, al igual que sus protagonistas, la transición de provincia/capital y boliche/calle (out/in, in/out) es un terreno fértil para la experimentación de una directora que da rienda suelta a su creatividad (o todo lo contrario, hay escenas de absoluta contemplación). Quizá por eso sea un film fácil de ver y no tanto a la hora del análisis.
“Dejarse llevar” es la propuesta de Paisaje; un relato de amistad y desencuentros, una road movie de una noche, una hora y siete minutos en la que los adultos simplemente sobran.