Una feliz vuelta de tuerca de Subiela a sus temas favoritos
Tres estudiantes de cine descubren en el Hospital Borda un director que se volvió loco. O un loco que dice haber sido director. Y que se llama o hace llamar Rémoro Barroso. Viejo, de chambergo, barba larga y desaliñada, habla tranquilo, controlando el tiempo y la expectativa de sus oyentes. Estos lo entrevistan, lo toman como objeto de un documental, lo sacan a pasear, le dan una mini-dv para que filme a gusto, sospechan de él, buscan sus datos por diversos lados, lo escuchan entre complacidos y perplejos.
El hombre les regala extrañas, a veces agudas reflexiones sobre el oficio, la vida y la ilusión. Algunas saltan como brillantes greguerías a lo Gómez de la Serna, otras son salidas humorísticas de sana picardía, también las hay que dejan pensando. Aparece por ahí una pista, datos de un director físicamente parecido, con otro nombre, que hace tiempo gozó su cuarto de hora y sufrió una situación nunca aclarada. ¿Será la misma persona? ¿Lo fue alguna vez?
El viejo es interpretado por un poeta, maestro, titiritero, dibujante y documentalista, el vagabundo patriarca Fernando Birri, en la mejor de sus contadas apariciones actorales. Los textos que dice, y la película misma, son de Eliseo Subiela, otro poeta, que hace de esta manera una feliz, aparentemente distendida vuelta de tuerca sobre algunos temas que lo ocuparon toda la vida.
De hecho, con esta obra completa una trilogía iniciada a los 18 años con "Un largo silencio", corto documental poético y acongojante sobre los internos, sus sueños, y el abandono en que vivían. Veinte años después volvió, y todo estaba igual. Ahí hizo su famoso "Hombre mirando al sudeste", sobre los internos y el mundo en general, film rico de significados, orfandades y tristezas. Y ahora, casi 30 más tarde, hace esta obra, también rica, pero nada triste, sobre los internos y sus representantes externos, los artistas, en especial la gente de cine, desde la memoria de José Val de Omar, un español de otros tiempos, loco notable, pasando también por algunos atorrantes de nuestro cine comercial más rasca, hasta los propios Subiela y Birri, por supuesto, que ya pueden reirse de sí mismos. Pero con la risa siguen diciendo cosas serias. Una linda música valseada los acompaña.