Coproducción entre Colombia, Dinamarca y México, con un exitoso recorrido en festivales y nacida de los creadores de El abrazo de la serpiente.
Basada en una historia real, esta película explica el origen del narcotráfico en la Colombia de los años 70 donde la juventud norteamericana abraza la cultura hippie y la marihuana, provocando que los agricultores de la zona se conviertan en «empresarios» a un ritmo veloz y generando que, en el desierto de Guajira, una familia indígena Wayuu se vea obligada a asumir un papel de liderazgo en esta nueva empresa. La riqueza y el poder se combinan con una guerra fratricida que pondrá en grave peligro a las familias involucradas y sus tradiciones ancestrales.
Este film no sólo pone en pantalla los inicios del narcotráfico colombiano dentro de sus pueblos originarios, sino que denota en la trama cómo la avaricia nacida del capitalismo puede infectar y modificar, incluso para siempre, el estilo de vida wayuu en todas sus formas, rompiendo con las generalidades preconcebidas socialmente hacia estos pueblos, relacionadas a temáticas honradas y sagradas.
Si bien la historia da su apertura planteando como disparador la necesidad de Rapayet (José Acosta) de conseguir una dote para poder casarse con Zaida (Natalia Reyes), conforme a las celosas órdenes de la matriarca wayuu Úrsula (Carmina Martínez), lo que verdaderamente detona el conflicto es el encuentro casual con les integrantes del Cuerpo de Paz de EE.UU, quienes buscan marihuana, lo que desatará en Rapayet una ambición que desconocía y que lo arrastrará a la mismísima tragedia griega.
Desde el punto de vista formal, les directores anclan su elección tonal en lo etnográfico, dándole una nueva mirada al arquetipo del “narco” y los “chicos malos” que conocemos de las clásicas películas de gánsteres, sumándole color y sonido vivaz en referencia a las supersticiones tradicionales de la comunidad a la que retratan y haciendo uso de símbolos del spaghetti western en vista al imponente desierto que habita la historia.
Sonoramente tanto el silencio como el viento se convertirán en nido de las imágenes de esos pájaros de verano que llevarán adelante la historia y que son capturados desde una realidad mágica anunciando los acontecimientos venideros. Su estructura narrativa ha sido construida y ordenada en cinco cantos («Hierba salvaje 1968», «Las tumbas 1971», «La prosperidad 1979», «La guerra 1980» y «Los limbos»), quizás sus autores decidieron utilizar esta herramienta retórica como metáfora entre las tradiciones y raíces de un pueblo originario amenazado con el avance de un capitalismo sistemático connotando a su vez cómo la literatura se sintió en peligro ante el progreso del cine.
Pájaros de verano es una original y épica película de gánsteres del pueblo wayuu, en la que no hará falta entender sobre la región para acercarse al cine, sino sólo dejarse llevar por una trama que desnuda la esencia humana sea cual sea su origen.