Pájaros de Verano, sólida narración que rejuvenece a un modelo narrativo reconocido.
La prosperidad sin sacrificar la integridad es una meta que todos deseamos, a la que algunos pocos renuncian por una desesperación que les hace ver incompatibilidad entre ambos conceptos. Este es un recurso visto infinidad de veces en el cine, pero casi siempre de la mano de bichos de ciudad.
Los creadores de El Abrazo de la Serpiente nos muestran que este camino de hedonismo, del sacrificio de la integridad para acceder a la abundancia, es algo que no solo afecta a los citadinos sino también a las orgullosas tribus indígenas. Como si el hecho de ser tentados por la codicia fuese algo que nos hermana.
Una Scarface Indígena
Esta crítica es consciente que está tomando un término repetido por muchos medios, pero es el que mejor le sienta y el que mejor resume sus aciertos. El espectador no va a sentarse a ver un documental sobre una tribu donde solo se limitan a observar su proceder, sino que van a ver una fluida narración.
Los realizadores ilustran con gran nivel de detalle los rituales y la sociabilidad de la tribu que protagoniza la trama de esta historia. Es la puerta por donde entra el espectador, y es tal la paciencia y la puntillosidad en introducir estos detalles que uno originalmente pensaría que el rigor documental nos va a privar de una historia más dinámica. Donde la intención parecería ser solo la de mostrar la realidad histórica en la que se enmarca la narración.
No. Como en las mejores narraciones, el contexto es clave. A medida que avanzan el dinero y la sangre, nos damos cuenta que ofrecen una historia que probablemente hayamos visto en otras ocasiones, pero con la novedad de que es dentro del último de los contextos que nos podríamos imaginar que ocurriera.
Su originalidad es esa: sin perder ese detalle, sin perder ese respeto por el contexto que se molestaron en establecer, los realizadores componen una historia de ambición, traición, amor y violencia, en donde los protagonistas ceden poco a poco a cada uno de los principios largamente impuestos por su tribu.
Es de destacar la estructura de cinco actos elegida para desarrollar la trama. Si bien presentadas como cantos, este proceder narrativo recuerda a la vieja usanza ejemplificada por William Shakespeare en sus tragedias más destacadas. Porque Pájaros de Verano al final del día es eso, la tragedia de un hombre, de una familia, que motivados por el deseo de proteger y prosperar terminan, irónicamente, destruyendo todo lo que les rodea.
El aspecto visual es tratado con sumo cuidado, con una gran riqueza de composición e iluminación que oscila entre lo pictórico y el realismo documental. El nivel actoral goza de prolijidad pero quien destaca es Carmiña Martínez como la matriarca de esta tribu, quien con mucha austeridad y confianza física transmite la potente emoción de su interpretación, en particular los progresivos matices que empujan a su recto personaje hacia la perdición.