Honrarás a tu familia
Fernando “Fercks” Castellani apostó fuerte para su primer film. Convocó actores de jerarquía, alguno debutó bajo su dirección; montó locaciones lúgubres en Escobar y en el barrio de Colegiales; y lo más importante: persiguió el suspense que distingue e inmortalizaron los yanquis. La violencia será el denominador común en cada una de las escenas y las microhistorias que se van develando de a poco como quien corre un telón. Desde la gráfica se anuncia: “Todo lo que él quiere es proteger a su familia, pero su amor por ellas lo llevará al límite”.
Los amigos del trabajo hablan de infidelidades. Algunos se hacen la cabeza. La pregunta es: ¿cuánto? Así comienza la paranoia, los señuelos y una búsqueda incansable del protagonista por algo que no puede explicar. La depresión de la mujer la aísla hasta de su hija y los enigmas se van desentramando a fuerza de golpes bajos. El thriller está signado por la obsesión y la estética se cuida con mucha voluntad.
No es un dato menor que la familia de Luciano Cazaux en la ficción es la misma que en la vida real, de ahí la chispa con su esposa Martina Perret y su hija Emma Spataro. El personaje de Víctor es el nexo entre una relación partida y tortuosa entre madre e hija, con tantos vericuetos que a veces exaspera aunque la película sea corta. Marcelo Sein es el comodín en toda esta historia, el que acecha en el umbral. Asimismo, es interesante la segunda línea de actuaciones: aparece Carlos Kaspar como un vendedor de armas y Tomás Fonzi como un proxeneta-bon vivant.
Los guiños del joven cineasta son muchísimos y no caen en lugares comunes: desde la ducha icónica de Psicosis hasta la célebre manzana de los ¿primeros? humanos. Dicen que “somos seres humanos sin saber en verdad lo que es hoy un ser humano”. Aquí nadie sabe mucho, ni los icónicos pájaros negros que no auguran buena fortuna pero en la pantalla grande nos han demostrado en Los mensajeros que pueden ser, al menos, un poco amigables. El montaje, edición y el trabajo de post producción son acertados; mantienen la tensión hasta el final mientras se acomoda y se desacomoda la sucesión de cajas chinas. La música tiene los picos de una montaña rusa, se entremezcla con canciones infantiles, pasajes sombríos y gritos. Hay muchos gritos.
Es interesante el recorrido que hizo el proyecto hasta llegar a una proyección comercial: antes estuvo en Ideame -crowfunding de participación colectiva- con poca repercusión, pese a contar ya con el apoyo de Perinola Films, Plastic Shit, y el apoyo de la escuela de cine CIC. Esta apuesta del cine nacional es osada, por un género que tiene mucho que explotar y cuando ha sido filmado fue por el mainstream y habiendo tomado de antemano muchos recaudos. Las pequeñas producciones pueden convivir en una esfera de anarquía donde se pueden tomar riesgos antes, durante y después de haber filmado. En Pájaros negros pasa esto. Vayan a verla porque se van a sorprender y porque de eso depende su presencia en la cartelera.