El nuevo film de Néstor Montalbano es un delirio bien medido, poco prolijo, que desarrolla aspectos técnicos muy bien logrados, especialmente lo que respecta a la fotografía y efectos especiales, que no aprovecha al máximo el talento de sus actores y que cuyo guión, aunque tiene sus continuos aciertos, se alarga, da vueltas sobre un mismo hecho innecesariamente y pierde, poco a poco, la chispa que caracteriza a sus interpretes.