Mi vida de otro
Los debutantes Brian Klugman y Lee Sternthal nos sitúan aquí, con Palabras robadas (The Words, 2012), frente a un film que desde su propuesta convence y hasta promete, pero en su ejecución no alcanza la altura de las expectativas que genera en los primeros minutos.
Las historias dentro de historias pueden resultar un recurso narrativo muy atractivo, que hace trabajar la mente del espectador obligándolo, de alguna manera, a atar los cabos que la película nos arroja. Pero sabemos que no son un instrumento fácil de utilizar. Palabras robadas nos introduce en tres historias unidas por la obsesión literaria.
Rory Jansen (Bradley Cooper), un joven escritor logra que se publique su primer libro, tras mucho tiempo de trabajo e insistencias que terminaban en pulgares bajos de distintas editoriales. Finamente logra el éxito que tanto anheló. Recibe halagos de todos lados por su obra, sin embargo él sabe que su frustrada pasión por la escritura lo llevó a tomar otra novela ya escrita, pero sin publicar, y adjudicarse la autoría. En su mejor momento, un anciano (Jeremy Irons) localiza a Rory y le hace saber que él es el autor de la novela que robó y lo llevó a la consagración profesional.
Encerrándolo todo, vemos que esta historia no es otra cosa que la ficción inmersa en el libro que el escritor Clay Hammond (Dennis Quaid) se encuentra relatando frente a un auditorio repleto.
Los minutos iniciales nos llevan para un lado y para otro, de una historia a otra. A medida que transcurre el film, nos vamos enfocando en la historia que nos dan a conocer el escritor Rory Jansen y su esposa Dora (Zoe Saldaña), quien siempre está a su lado para apoyar su perenne entusiasmo literario. Ambos personajes concentran la emoción y la intriga a lo largo del film, con sólidas actuaciones. De este modo, la historia del tiempo presente que tiene a Clay Hammond y la curiosa estudiante Daniella como protagonistas (Olivia Wilde) queda relegada, al punto de caer en el desinterés del espectador. En las desequilibradas dosis encontramos la complicación. Sólo un relato de los que se cuentan tiene un real dinamismo y gana autonomía tal que deja casi irrelevante lo que suceda fuera de ella, ya que, en definitiva, por la escasa presencia en pantalla que tienen Quaid y Wilde, su historia nunca logra ser, en verdad, atrapante.
A su vez, resulta llamativo el parecido que existe con Conocerás al hombre de tus sueños (You will meet a tall dark stranger, 2010), dirigida por Woody Allen. Si bien existen claras diferencias entre ambos films, uno no puede dejar de remitirse, a nivel general, al protagonizado por Josh Brolin. Claro está que el plagio, la frustración y la angustia son temas que ya ha abordado el cine y es por eso que exigen un giro novedoso. La intención aquí está, de la mano del juego entre las fronteras de lo real y la ficción, el robo y la admiración por lo ajeno, y la relatividad del bien. Por la ambición de su guión, Palabras robadas pierde fuerza en su resultado final.
Klugman y Sternthal tuvieron bajo su mando un gran elenco que nos dejó con ganas de más. No porque no hayan estado a la altura del film, sino justamente por lo contrario. El personaje interpretado por Irons no logra persuadir del todo al espectador y Clay Hammond, escritor que interpreta Quaid, no se desarrolla tanto como quisiéramos, dándonos así la impresión de que no conocemos nada de él.
Quien mucho abarca poco aprieta se ha escuchado muchas veces. Son los primeros pasos de estos dos directores estadounidenses. Por el momento, quizás será cuestión de concentrarse en una sola cosa y explotarla lo más posible.