Siempre son necesarios aquellos documentales que, a riesgo de pasar inadvertidos por la cartelera comercial, logran echar luz sobre temas que no están lo suficientemente visibilizados. Es el caso de la ocupación israelí en Palestina, cuestión que en nuestro país cobró relevancia por el apoyo -no exento de denuncias por antisemitismo- del dirigente social Luis D´elía. En Palestinos Go Home, los directores Silvia Maturana y Pablo Navarro Espejo indagan sobre el exilio que sufrieron muchos habitantes de este país a partir de 1948, en coincidencia con la creación del Estado de Israel, y el deseo de volver alguna vez a su tierra de origen.
Otra voz, otro color. La protagonista Maia Gattás Vargas es el centro de Palestinos, go home (2016), documental de los realizadores Silvia Maturana, Pablo Navarro Espejo, que tiene por objeto visibilizar la problemática del pueblo palestino, en sintonía con una lucha histórica de reivindicación territorial al ser expulsados de su propia tierra.
El problema de esconder la subjetividad Se sabe, pero siempre es pertinente recordarlo: en el cine en general y el documental en particular, la objetividad no existe. Igual que en el periodismo, siempre, incluso cuando se procure ampararse en la independencia y la profesionalidad, hay un punto de vista, un peñón construido sobre la base de la subjetividad del propio director desde el cual observa y filma. Nada malo, entonces, con que una película evidencie desde dónde habla. El problema es cuando se intenta que esa posición no se devele mediante la articulación de imágenes y sonidos sino al revés. Esto es, cuando se piensa qué se quiere decir y se limita a buscar fuentes que lo validen, como si el procedimiento de hacer una película fuera similar al de una tesis de grado. Palestinos go home es un ejemplo cabal de ese tipo de cine que desecha de raíz su potencial como vehículo para la reflexión para alinearse al modelo que lo concibe como un canal comunicativo de sentencias, una forma panfletaria y grosera de señalar con el índice quiénes actúan bien y quiénes no, quiénes son víctimas y victimarios. Nobleza obliga, debe reconocerse que el conflicto entre Israel y Palestina es un tema cuanto menos complejísimo. Y cuanto más, inabarcable. Esto por las consecuencias presentes, pero sobre todo por los factores e intereses culturales, históricos, sociales, políticos, religiosos y económicos que vienen enracimándose desde hace ya setenta años. Los realizadores Silvia Maturana y Pablo Navarro Espejo parecen conscientes de lo anterior, y por eso eligen centrarse únicamente en la comunidad palestina argentina y chilena, esta última la más grande de toda la región, según se lee en la información de prensa. Las voces cantantes son la de una joven que descubre que su abuela paterna provino de Palestina y la de la presidenta de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas, Tilda Rabi. Ambas hablan sobre las penurias propias o familiares con descendientes y víctimas de la diáspora. Tiene su lógica, entonces, que entre ellos sobrevuele un odio visceral hacia el sionismo e incluso hacia todo lo que provenga del credo de la Estrella de David. Maturana-Navarro no van un poco más allá. La voluntad crítica rige todas y cada una de las decisiones del relato, convirtiéndose así en su único motor. Relato que en realidad no es tal: las entrevistas clausuradas con cortes de montaje más abruptos que los de una publicidad y los saltos geográficos y temáticos (de Chile a un grupo de chicos pro-palestinos que aprovechan una invitación a Israel solventada por ese país para mostrar las protestas en Jerusalén, y de allí de vuelta a Chile, como si nada hubiera pasado) regidos por el arbitrio confabulan contra cualquier intento de construcción dramática y climática. Así, los testimonios forman un todo casi uniforme, a excepción del de ese hombre que llora cuando recuerda una vida que ya no es. La cámara, entonces, decide golpear bien abajo del cinturón acercándose a su rostro enrojecido, confirmando que las sutilezas –ideológicas, formales, temáticas– habrá que buscarlas en otra sala.
Palestinos Go Home muestra pequeñas y tristes historias de exilios Maia Gattás Vargas es una joven argentina que descubre que su abuela paterna es palestina. En la embajada palestina en Buenos Aires conoce a Tilda Rabi, presidenta de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas, y comienza a reconstruir una parte de su identidad, a reconocer las voces de la diáspora, del exilio forzado y del deseo de retornar a su tierra sin condicionamientos. Juntas emprenden un viaje a Chile, donde se encuentra la mayor comunidad de palestinos de América latina. Silvia Maturana y Pablo Navarro Espejo, directores de este documental, siguieron atentamente con su cámara a esas dos mujeres que buscan profundizar en cada uno de sus entrevistados los motivos de sus angustias y de sus dolores. Cada uno refleja con dolor el obligado exilio y relatan sus problematizadas vidas y sus llegadas a un Chile que los acogió como verdaderos hijos y a un Uruguay donde la comunidad palestina es también enorme. Unos impecables rubros técnicos apoyan esta historia, que habla, fundamentalmente, de los sufrimientos y de la paz hallada en otros lados por esos palestinos que desean ser felices y olvidar sus viejos temores.
Lejos de casa El conflicto palestino- israelí ha sido objeto de estudio cinematográfico en todas sus formas, géneros y formatos. Ficciones y documentales se han hecho eco del tema tanto desde el propio lugar de los acontecimientos como a través de aquellos afectados por el daño colateral que este produce. Palestinos go home (2015) es una nueva aproximación a un tema que nunca se agota. Dirigido por Silvia Maturana y Pablo Navarro Espejo, el documental se centra en Maia Gattás Vargas, una joven que de grande descubre que es descendiente de palestinos. Decidida a saber más sobre sus orígenes, se dirige a la embajada donde conoce a Tilda Rabi, presidenta de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas. Juntas viajarán a Chile, país donde se encuentra la mayor comunidad palestina de Latinoamérica, para que Maia pueda reconstruir el pasado familiar. Documental de cabezas parlantes, donde lo que se dice importa más que como se lo muestra, Palestinos go home es una sucesión de entrevistas a palestinos exiliados o descendientes de los mismos que prestan testimonio de cómo el conflicto los afecta a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia. Es interesante lo que se dice más allá de que por momentos se vuelva reiterativo. El problema subyace en la forma. No hay una estructura cinematográfica original y eso hace que por momentos el interés por la problemática decaiga. Muchas veces, el género documental aborda temas atractivos pero que no logran captar un interés permanente por la forma que son trasladados a escena. Terminan por ser films correctos pero más de lo mismo. Solo cambia el objeto de estudio, la forma de abordarlo es igual casi siempre. Y ese es el problema al que se enfrenta Palestinos go home, una buena investigación sobre un tema interesante pero que no innova en la forma de plasmarlo en pantalla.
Silvia Maturana y Pablo Navarro Espejo retratan la vida de un pueblo expulsado de su tierra en el documental Palestinos Go Home. Volveremos, volveremos… Quien aquí escribe no es ni sociólogo ni politólogo ni mucho menos experto en historia geopolítica, es por eso que al análisis que un servidor puede brindar parte de la correlación entre los objetivos conceptuales y las competencias cinematográficas del film. El tópico es complejo de por sí y pese a tener una posición tomada al respecto – cada uno tendrá su perspectiva ideológica – ésta no es una crítica a los argumentos que expresan los realizadores sino más bien a la manera de incluirlo en un marco audiovisual. Si, abrimos el paraguas sin ningún tipo de disimulo. Maia Gattás Vargas es una joven argentina que descubre sus orígenes palestinos y decide investigar sus raíces a través de la interacción con la comunidad palestina radicada principalmente en Chile y Argentina. Durante su viaje, Maia tendrá el acompañamiento de Tilda Rabi, presidenta de la Federación de las Entidades Argentino – Palestinas (FEAP), quien cumplirá el rol de interlocutora en varias de las entrevistas que componen el film. Ideologicamente, la cinta parte de la afirmación de que el pueblo palestino ha sido expulsado violentamente de las tierras que actualmente ocupa ilegitimamente el Estado de Israel. La palabra es afirmación porque esa premisa se instala desde el primer minuto y nunca se le da suficiente información al espectador para que la pueda comprender. Es decir, absolutamente todos los individuos que participan del film expresan la idea pero pocos dan una explicación al sustrato de su denuncia. Se nos muestra las paupérrimas condiciones de vida en Gaza y material archivo pero no hay demasiada argumentación histórica y política al respecto. Tampoco se opta por una contraargumentación ya que no hay testimonios del lado sionista. Por lo tanto, el espectador debe asumir el posicionamiento de los participantes de manera unidireccional y al mismo tiempo no tiene la oportunidad de entender el por qué de su pensamiento. El reclamo y el sentimiento Podríamos desglosar el film en dos objetivos entrelazados. Por un lado, tenemos una reivindicación de la causa palestina y por otro un extenso retrato del sentir de un pueblo despojado de su hogar. Como se mencionó previamente, el primer punto es el más flojo ya que se alega a través de relatos de terceros (siempre estamos escuchando de algún viaje o alguna anécdota lejana de alguien que estuvo en Palestina), de algunos pocos militantes activos o simplemente por medio de actores periféricos a la problemática como puede ser un jugador de fútbol de Palestino de Chile. No hay una presentación de la causa en profundidad y se espera que el receptor tenga un conocimiento previo de la misma. En otras palabras, si uno fuera completa o parcialmente ignorante de la problemática no terminaría de asimilar del todo como fue pergeñada la ocupación y el rol del derecho internacional en este evento. El segundo punto, aquél que busca dar un panorama de la situación de la comunidad en América Latina es el mayor acierto de los realizadores, ya que logra expresar la cotidianidad, los sentimientos y el anhelo de la comunidad en su lucha. Lamentablemente en las entrevistas es posible notar bruscos movimientos en la cámara (desconozco si son intencionales) que pueden perturbar la atención y algunos problemas de edición que le quitan dinamismo a las entrevistas. Conclusión Palestinos Go Home explora el legado cultural de una comunidad históricamente invisibilizada en la agenda política vernácula e internacional, pero que carece de un mayor sustento cuando quiere hacer hincapié en su reclamo
LAS RAÍCES Y A REIVINDICACIÓN Un documental de Silvia Marturana y Pablo Navarro Espejo que cuenta el camino de búsqueda de raíces y descubrimiento de su identidad con el pueblo palestino de parte de una joven Maia Gattas Vargas. Salen a la luz el exilio forzoso, el deseo irreprimible del regreso, el derecho a la identidad y al territorio. Una investigación que va de lo individual a la reivindicación en general de un pueblo.
Este documental ofrece un buen trabajo en la búsqueda de hallar información, encontrando interesantes testimonios, fotos y todos los elementos necesarios para dar a conocer otras culturas y reconstruir las identidades.
Interesante acercamiento a los descendientes de palestinos arraigados en Argentina y Chile, este documental sigue a Maia, una joven argentina, en busca de sus raíces. Una buena elección de punto de vista a través de la cual, a ambos lados de la cordillera, se suman voces que retratan la vida lejos de ese país vulnerado. Es también virtuosa la decisión de no meterse directamente con la política israelí para concentrarse en las historias de estos palestinos a la distancia, hijos y nietos pero también gente que, como los realizadores, se solidariza con la causa. En ese compromiso está el principal problema de Palestinos Go Home: la falta de distancia con lo que se cuenta, desde la musicalización de las primeras tomas –incluida la presencia de Luis De Elía, poco simpática para muchos- al off cariñoso, admirativo, con que se describen imágenes, impiden que el interés surja naturalmente de lo que se ve, que el material conmueva por sí mismo. Con entrevistas enteras, de preguntas y respuestas, por momentos se acerca más a un programa periodístico de elogio de una causa, que a una película. De todas formas, un documento valioso de un tema poco visible.
TELEVISION DISFRAZADA DE PANTALLA GRANDE Uno de los visibles problemas del documental en la Argentina de las últimas décadas es la cantidad de miradas uniformes y lineales en los mecanismos que eligen para desarrollar una temática, independientemente de la naturaleza de la misma. Da la sensación de que uno podría tranquilamente escoger fragmentos de diversas películas, empalmarlas y armaría una galería de escenas reiteradas sin ningún sobresalto. El otro inconveniente suele ser qué tipo de espectador se piensa. Hay un afán didáctico y, lo que es peor, un desinterés por problematizar cuestiones argumentativas de peso y de recursos en el trabajo con los archivos, materiales y documentos que eviten la caída en un pensamiento lineal y sin matices, más allá de los justos reclamos que se pregonan. En este sentido, la sala de cine parece quedar grande y son las señales televisivas financiadas por alicientes particulares los destinatarios más plausibles. Palestinos go home (título extraído de una intolerante pancarta en repudio a la presencia de Arafat en su primera intervención en la ONU) no empieza de la mejor manera. En sus minutos iniciales apura su objetivo y expone su método con un registro enunciativo que mucho le debe al estilo de “programa especial” con preguntas en off y al tono didáctico de clase universitaria. Maia Gattás Vargas y Tilda Rabbi son las dos mujeres que llevarán a cabo un periplo por lugares de Latinoamérica, especialmente por Chile donde la comunidad es más grande, a fin de recoger testimonios de vida. Todos son atendibles, no obstante, el efecto de acumulación y la arbitrariedad en el montaje perjudican cualquier atisbo de fuerza en la película. El problema se hace visible, es cierto, pero nunca se discute sino que se da por sentada una versión con color de verdad absoluta. Dentro de las voces que se escuchan, uno como espectador puede diferenciar el grado de confiabilidad de los relatos (cuestión que a los directores no les preocupa demarcar). De este modo, las apreciaciones más estimulantes provienen de los jóvenes, capaces de analizar la situación desde un punto de vista más enriquecedor. Por ejemplo, se incluye la exposición de chicos que han viajado y filmado imágenes. Una de ellas nos muestra a una anciana con una llave de tamaño considerable que ha pertenecido a su casa y que conserva desde que expulsaron a su familia en 1948. Son momentos de valor e impacto, pero son muy pocos. Además, se oponen a la manipulación que ofrecen otras miradas y a la inclusión de un oportunista y estigmatizador como Luis D’Elía, un grano en el culo para cualquier gobierno democrático. Hay otro pasaje donde se muestra la hilacha torpe desde el punto de vista discursivo. Un especialista consultado analiza las diferencias arquitectónicas entre palestinos e israelíes de forma tal que se note quiénes son los buenos y quiénes los malos. El tipo puede estar convencido de lo que dice y para quiénes está hablando, pero resulta tan burdo el análisis despectivo que a esta altura ya no hay posibilidad de sobrevivir a este tipo de planteos. Una de las pocas apariciones que invitan a pensar es la de una periodista chilena de familia palestina que escribió un artículo criticando la idea de muchos medios chilenos cuando le piden “no importar el conflicto”. Lamentablemente es muy corta su intervención pero la idea invita a pensar. El conflicto político e histórico del que parte la película es muy delicado y requiere de mucha información para tomar posición. Por ende, uno se siente impedido de hacerlo responsablemente, más allá de lo que sabe. También es bueno que un problema se haga visible y en este sentido debe resaltarse la actitud militante de Tilda Rabbi para llevar a cabo el recorrido en busca de sus pares a partir de la bestial afirmación que tuvo que escuchar en migraciones en nuestro país de que “los palestinos no existen”. Ahora bien, el problema es la forma y la exposición uniforme de los directores que no lograron hacer justicia a ese reclamo con un punto de vista personal que no dependa exclusivamente de quienes hablan.
Los realizadores en “Palestinos Go Home” (Argentina, 2014) buscan algunas respuestas a través de imágenes sobre el origen de Mia, una joven que intenta recuperar, por diferentes lugares de América del Sur, su identidad. Varias imperfecciones visuales, la exageración en la utilización de imágenes de archivo para explicar algunas cuestiones sobre el largo conflicto que divide a Israel y el sobreentender información que nunca se baja de manera correcta son los principales inconvenientes de la propuesta.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
VISIONES UNILATERALES ¿Por qué Palestinos go home? La pregunta surge casi de manera instantánea, sobre todo, porque el título de la película parecería chocar con la lógica de su propio discurso, es decir, con la puesta en escena de una diversa cantidad de testimonios y entrevistas a exiliados o familiares de exiliados palestinos, que debieron huir del país tras la conformación del Estado de Israel en 1948 y que, aún hoy, buscan retornar a su tierra. Un recorrido que inicia en Buenos Aires, cuando Maia Gattás Vargas decide conocer las raíces de su familia paterna y se reúne con Tilda Rabi, la presidente de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas. Los directores Pablo Navarro Espejo y Silvia Maturana construyen el relato desde un caso particular (Maia) y lo proyectan en un tejido de redes hacia Chile –país latinoamericano que se considera como el mayor centro de residentes de la comunidad palestina– y Uruguay; un entramado que se configura en el viaje de ambas mujeres, en el que influyen tanto sus puntos de vista y experiencias como el contacto con jóvenes militantes, una periodista, el técnico de fútbol de la selección palestina, algún jugador y un alcalde, entre otros. Al mismo tiempo, el documental intercala testimonios argentinos diferenciados por las miradas que se identifican con la tradición y aquellas focalizadas en la denuncia. Éstas últimas se subrayan debido al uso de la doble cámara: una que filma en primer plano el testimonio y otra que espía, desde un costado, la postura del cuerpo y los gestos. Entonces, ¿por qué Palestinos go home? Si, en definitiva, todas las estrategias del filme apuntan a la exhibición del viaje iniciático de ambas mujeres como un juego de la construcción identitaria de ellas como sujetos individuales y la deconstrucción colectiva de la historia y la cultura palestina a través de las diversas voces, aunque arraigadas a un único punto de vista, cada vez más acentuado. Esta unilateralidad no sólo produce un choque con el título, sino que convierte al viaje iniciático en una repetición de sí mismo y a un agotamiento del discurso. La respuesta se expone como cierre del documental y la encargada de brindarla no es otra que Tilda, la narradora protagonista y el nexo del gran entramado de redes. Si bien, a final de cuentas, la explicación consigue reflejar ciertos elementos del recorrido de las mujeres, funciona como otro mecanismo que subraya lo ya trabajado durante todo el documental. En consecuencia pierde la fuerza de su contenido y se torna en una mera reiteración, una más del prolongado viaje en busca de las raíces. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar