Represión, música y amor en la escena urbana
Panash, con producción de Subterranea Films y DIM Films, y dirigida por Christoph Behl, es una película compleja. Porque los temas que confluyen en su estructura argumental son válidos, pero no siempre alcanza para validar una producción que el contenido que la atraviesa tenga esas características.
Las cuestiones de adaptación, de guiños, de menciones y paralelismos literarios son una idea que no prende del todo, aunque lo intenta, porque se siente impostado y en desorden. Eso golpea al relato que tiene buenos momentos visuales y sonoros, recreaciones interesantes de situación.
Varias estrellas del freestyle, la mayoría desconocidos para quienes no estén en ambiente (más allá de Coscu y Trueno, razonablemente populares) aportan lo suyo en el avance de la historia y su contenido musical.
La forma de Cyrano se corporiza en el protagonista y tiene en esa idea casi la única parte de la columna de la película que ayuda a su sostén. El paralelismo con el 2001 se olvida de ver todo lo que se gestó en ese entonces y lo que se vuelve a ver hoy en un giro de la ruleta, que por momentos parece ser rusa.
Esta opinión no pretende generar una pintura de desilusión y empuje con el objeto de desestimar de manera absoluta las posibilidades de Panash. Seguro encuentra su nicho y su público, y hasta puede abrir puertas a un acercamiento a espectadores que no tienen conocimiento de este círculo
musical interpretativo social.