Una suerte de dos road movies en paralelo cuenta esta sugestiva, misteriosa y un tanto frustrante película de Sala. Es la historia de un hombre que se escapa con un bolso –un clásico formato del nuevo cine argentino–, solo que aquí el hombre lleva un montón de dinero y se conduce con la desesperación de alguien que ha robado un banco o algo así y quiere cruzar la frontera con Brasil para allá disfrutar de sus billetes verdes. Por otro lado, hay un segundo viaje de personajes que nunca vemos y que funciona, casi, a manera de falso documental, en el que se entrevista a muchos de los personajes que vieron pasar al protagonista, como si la cámara fuera la policía en su búsqueda o un cineasta al que se le escapó su actor principal.
Promediando la película sabremos mejor los motivos del viaje del protagonista a Brasil y, una vez allí, la película y el personaje continúan la búsqueda por la persona a la que debe entregar el dinero. La cámara que lo sigue, en tanto, parece irlo perdiendo, como si el director se hubiera cansado de seguirlo o como si decidiera, una vez medio perdidos en una zona selvática de Brasil, que ya no habrá forma de encontrarlo en ese “pantanal” literal.
La película es atrapante en tanto sigue a un hombre que trata de deshacerse de su identidad y huir. Eso, sumado a la búsqueda y a la intriga de sus motivos, hacen crecer la expectativa. La parte acaso frustrante es que apuesta por una resolución un tanto metafísica, si se quiere, que no termina de estar a tono con la propuesta que se le va haciendo al espectador a lo largo de los minutos previos. Las locaciones, la fotografía y los personajes reales que el protagonista y su “seguidor” encuentran por el camino le dan al filme una oscura belleza y una notable autenticidad.