Pantanal parece haberse escapado de ese último tramo que fue el Nuevo Cine Argentino, ya no tan preocupado por representar un contexto social urgente sino más bien por definir una configuración estética más vinculada con el indie genérico. Esta película tiene esa conexión a partir de expandir la geografía situada en las irrupciones del fenómeno, aquellas que situaban a la Ciudad de Buenos Aires y su Conurbano como eje de las historias, así surgieron las urgencias del interior y hasta un subfenómeno, el caso del Nuevo Cine Cordobés. Andrew Sala dirige Pantanal (su segunda película, pero la primera en solitario) mostrándose un deudor del NCA saliente, pero en el intento de aportar un componente particular: el subgénero de la road movie. El viaje, en esta historia, es la de un hombre que lleva un bolso de mano del cual nunca se despega. No tardaremos mucho en descubrir que allí dentro hay una suma importante de dinero, y además de que su destino final está lejos del punto inicial en el que la película lo presenta. Desde Gualeguaychú hasta las primeras localidades brasileñas tras cruzar la frontera de Ciudad del Este, en Paraguay. Las piezas del supuesto rompecabezas (si es que uno se queda atado al relato) se desprenden a cuenta gotas; el protagonista es el manejo de los tiempos internos, inalterables ante las llamadas de emergencia de la narración.
Sala, más allá de sus nobles esfuerzos, necesita al menos de un relato austero para desplegar su juego de pausas, contemplaciones y subjetivas por pequeños pueblos. El abuso de los testimonios -en modo documental- alienta a esta necesidad de sostener una configuración estética a partir de una historia de retazos, sencilla de completar, además. Siendo una película que pretende manejar las riendas del tiempo, la hora y pocos minutos de duración se estira hasta formar un círculo en el que redundan las subjetivas, las elipsis de los viajes largos entre localidades y los modos parcos de su protagonista. Al final, el rumbo del viajero se tuerce y el destino final se hace carne, las prioridades se subvierten otorgándole mayor dramatismo al punto final del trayecto, que en un principio parecía la simple excusa de la película.