Pantera Negra: Wakanda para Siempre es una película extraña, atípica. En el universo Marvel los héroes no mueren de causas naturales: se sacrifican en pantalla por una causa noble y superior. No son retirados de la estantería en el momento de mayor brillantez. En vez de un recasting, Ryan Coogler ha decidido sacar del juego de uno de los principales héroes Marvel simplemente porque su protagonista se murió en la vida real. Si bien es cierto que la primera Pantera Negra posee una importancia cultural (al menos en USA) que excede al género pasatista al que pertenece – es una muestra de orgullo negro, una fantasía utópica en donde una nación africana puede erigirse como la mas poderosa del planeta simplemente porque ha vivido en libertad desde que existe, alejada del colonialismo y desarrollando todo su potencial, amén de los poderosos contrapuntos raciales entre el villano y el protagonista -, también está el tema del espectáculo, la continuidad… y la máquina de hacer dinero. En 15 años es posible que veamos a otro Iron Man u otro Hulk y Robert Downey Jr / Mark Ruffalo no van a ser de la partida simplemente porque van a estar muy viejos. No reemplazar a Chadwick Boseman no me parece la decisión mas razonable pero, por otro lado, la respeto y hasta la admiro por su valentía. Es una muestra de amor de Coogler y todo el elenco hacia un gran actor a la que la vida nos arrebató de manera inesperada y muy temprana.
Al tomar semejante decisión Coogler decide meterse en su propio berenjenal. Descartando un libreto ya escrito y pulido tuvo que empezar de cero con otro script en donde Pantera Negra no existe. Acá T’Challa fallece fuera de cámara y por causas naturales, como reflejo de lo ocurrido con Boseman en la vida real. Eso crea una sombra enorme sobre toda la historia, la que va desde su sucesión como héroe – ¿quién va a tomar el manto del defensor de Wakanda habiendo muerto el rey y sin flores de Vibranium que le brinden superpoderes al reemplazante? – hasta la angustia del vacío producido por la muerte del personaje / protagonista en la vida real. Un tercio del filme es trata directamente del duelo sobre el fallecimiento de Boseman, en donde las lágrimas del elenco son reales y donde se evoca la nobleza / estatura moral del héroe / actor. La reina Ramonda, sobre el perder a mitad de su familia en pocos años y verse obligada a tomar el lugar de regente de Wakanda en el peor momento de su vida; Nakia – novia de T’challa – que ha preferido el exilio y la vida civil para no vivir en su país natal plagado de recuerdos de una vida futura con su amado que terminó por esfumarse; pero la que lleva la peor parte es Shuri la cual – con toda la tecnología hiperfuturista que maneja – ha sido incapaz de salvarle la vida a su hermano. Ese es un pensamiento que la tortura todos los días de su vida.
Nada de esto impide de que surjan las amenazas de turno. Cuando T’Challa ventiló de que vive sobre una montaña gigante de Vibranium, las naciones del mundo se volvieron ambiciosas y empezaron a planear todo tipo de operaciones para hacerse con una parte del preciado metal – desde conspiraciones desestabilizadoras en Wakanda, robo de depósitos del preciado metal, o la exploración sobre la posible existencia del mismo en otras partes del planeta -. Es precisamente en este último procedimiento en que los humanos terminan tocándole el traste a Namor, el rey del mundo submarino de Talokan, el cual posee reservas enormes de Vibranium hasta el punto de que su gente tiene la sangre infectada por el metal. Por si no lo saben Namor es uno de los héroes mas antiguos de Marvel – figura entre los tres primeros creados por la editorial (junto con una versión robótica y vintage de La Antorcha Humana y, por supuesto, el Capitán América), los cuales fueron extremadamente populares en la Edad de Oro de los comics – cuando aún era Timely Comics – y siempre se perfiló como un cabrón con códigos morales propios, entrando mas en la categoría de antihéroe antes de que villano -. Acá Namor no tiene empacho en llevarse puesto a toda una expedición submarina norteamericana sino que se acerca a Wakanda para formar una alianza, arrasar la Tierra y obligar a negociar una paz incondicional con los que sobrevivan la marea. Mientras que la mayoría de los argumentos de Namor tiene su lógica, por el otro lado involucra una masacre que es un límite que los wakandianos no están dispuestos a cruzar. En sí Namor no deja de ser un Killmonger lite – un tipo que posee una gran cantidad de discursos absolutamente lógicos sobre las injusticias que la historia y las civilizaciones han producido sobre su pueblo (en si los Talokianos no dejan de ser mayas mutantes, una brillante ocurrencia de Coogler para poner temas como colonización y esclavismo sobre el tapete) -, con mas fuerza y algo menos de carisma aunque la interpretación de Tenoch Huerta es muy buena. Y como la oferta es imposible de aceptar, el choque entre la nación submarina y los wakandianos se hace inevitable.
Es posible que Pantera Negra: Wakanda para Siempre sea demasiado larga – le sobra media hora – y buena parte de ello le corresponde al engendro de Riri Williams, un personaje metido con calzador por presión de la Disney para tener otro personaje de segunda disponible para una serie de su cadena de streaming. Acá la Williams es una genia adolescente que inventó de casualidad el aparato detector de Vibranium que el gobierno capturó, usó y manipuló hasta toparse con los Talokianos. La piba bordea lo insufrible y solo sirve como McGuffin ambulante – pongan a un tipo canoso en bata de laboratorio y hubiera servido con el mismo propósito -, e incluso cuando aparece con su propia armadura (como Ironheart, un traje a lo Ironman creado por una piba que admira a Tony Stark) se ve horrendo como un muñequito de los Power Rangers de mala calidad-. El dato curioso es que, sumando a Riri y sacando a T’Challa, Wakanda para Siempre termina convirtiéndose involuntariamente en la película de superheroínas que todo el mundo le reclamaba a Marvel. Incluso la feroz Danai Gurira tiene su propio traje – que parece un Ultraman mutante – y hasta tiene una compañera gay (Michaela Coen) tan feroz como ella. Por supuesto el tema queer es tocado de manera tan superficial que uno podría cortar un par de escenas minúsculas como para suprimirlo y pasar la censura en los países mas conservadores donde se quiera mostrar el filme.
En sí, Pantera Negra: Wakanda para Siempre es mas movida que la primera Pantera Negra. Es algo larga, el personaje de Riri Williams es molesto y el cierre del tercer acto no termina de ser satisfactorio. Por otra parte las perfomances del elenco van de lo muy bueno a lo excepcional – no me extrañaría ver una nominación al Oscar para Angela Bassett, la cual tiene un puñado de discursos super poderosos en donde se devora la pantalla -. Hay sorpresas – debo admitir que varias de ellas no las vi venir -, y hay diálogos inteligentes. No cabe duda de que Pantera Negra: Wakanda para Siempre es lo mejor que ha dado la dispar Fase 4 del MCU hasta ahora simplemente por el empeño puesto por Coogler en convertirlo en una aventura con trasfondo profundo y pensante amén del amargo costado emocional que involucra la inesperada partida de Boseman como protagonista. Considerando todos los retos que debió afrontar, el resultado final es muy superior al esperado y, aunque diste de perfecto, no deja de ser un espectáculo formidable y bien construído.