Película que clausura la fase 4 del MCU
En cierto modo el filme funciona como un funeral y homenaje ficcional al actor Chadwick Boseman, fallecido en 2020.
Se recibe con gran expectativa la secuela de Pantera Negra (Black Panther, 2018), nuevamente dirigida por Ryan Coogler, quien otra vez escribió el guión junto Joe Robert Cole, titulando la obra Pantera Negra: Wakanda Por Siempre (Black Panther: Wakanda Forever, 2022). El relato comienza con un prólogo que narra el funeral de T´Challa/Pantera Negra, lo cual posee un doble sentido. Por un lado, es el duelo al personaje, pero paralelamente en el plano real es un sentido homenaje a Chadwick Boseman, el primer actor en representar cinematográficamente a Black Panther, cuya inicial aparición en los comics data de 1966. En adición, la presencia del tributo al actor -fallecido prematuramente de cáncer en 2020- es constante. Desde una pintura de su rostro como Street art en las calles de Wakanda, sus imágenes en la tipografía de Marvel que siempre presenta a los filmes del MCU, y sobre todo esta doble lectura del texto estrella entre los paralelismos en la trama y la vida real. Por ejemplo, en la película también se atribuye su causa de muerte a una enfermedad.
Recordemos que el proyecto de la secuela inició en 2018, y fue confirmado al año siguiente, mucho antes de esperarse la lamentable muerte de Boseman. En consecuencia, en 2020 Marvel decidió que no sería reemplazado por otro actor, cambiando la trama. En Pantera Negra: Wakanda Por Siempre, dicha nación (ficticia) situada en África, tras la muerte de su protector, el poder se encuentra bajo el mando de la reina Ramonda (interpretada por una convincente y temperamental Angela Bassett) y su hija Shuri (Letitia Wright). Junto a la guerrera Oyoke (Danai Gurira), el retorno de Nakia (Lupita Nyong´o) y la incorporación de Riri, una joven norteamericana con talentos para la invención tecnológica y mecánica, luchan por proteger su nación, no sólo de los países imperialistas que desean su vibranio sino también de la potencia similar del reino arcaico de Talokan.
Al respecto, es necesario destacar que esta antigua civilización subacuática, es representada en el relato con vínculos a la cultura maya. Sus integrantes son una mutación poderosa de humanos con un tono de piel azul -visualmente son una mezcla estética entre X-Men (2000) y Avatar (2009)-, capaces de perturbar a los humanos con un particular canto coral. Su líder, el villano en cuestión es Namor una especie de superhombre que posee alas en sus tobillos y la cumbre de la mutación por eso es considerado por ellos como una deidad. El relato se ocupa de explicar detalladamente el origen de Namor (“niño sin amor”, cursilería y sobre explicación innecesaria narrativa) interpretado por el actor mexicano Tenoch Huerta, por ende, se valora que por fin el mainstream haga coincidir la nacionalidad del intérprete con la del personaje. Sin embargo, resulta pertinente recordar que Namor, creado en las historietas durante la década del ´30, era originalmente el rey de Atlantis (en el comic es similar al famoso Aquaman, que fue creado posteriormente en 1941), y su nombre se debía a que su creador Everett, se le ocurrió "Namor" al escribir al revés “Roman”. Es decir que, éste tenía referencias a lo greco-romano, mientras que aquí se traslada su origen a México. En consecuencia, se considera que el cambio de origen tiene que ver con reforzar y enfatizar la ideología anticolonialista que ya estaba presente en Pantera Negra (2018).
Se valora la intención de representar la diversidad étnica, ya sea de África, México o en menor medida Haití, aunque por supuesto sea desde la óptica del “exotismo”, que el cine mainstream arrastra desde el Hollywood clásico. Acertadamente, la obra mediante la espectacularidad del vestuario con cada uno de sus detallados diseños, una emocionante música que no pasa desapercibida y sus escenas apoteóticas logra resignificar la importancia del ritual en dichas culturas.
En conclusión, a pesar de poseer profundidad en la psicología de los personajes, algo poco frecuente en las películas pertenecientes al género de los superhéroes y un trasfondo político e ideológico que esboza una crítica al imperialismo, el relato posee algunas falencias. En primer lugar, el desarrollo es tan extenso, que recién veremos a Shuri como Pantera Negra en el desenlace, es decir que la superheroína con su traje tiene poco tiempo en acción. Sin embargo, es logrado el devenir del Shuri, su viaje de autoconocimiento, incluso se destaca una escena ya con el traje es enmarcada en pantalla con relaciones intertextuales a Hamlet y la famosa frase “ser o no ser…” observando la máscara de Pantera Negra en su mano. En segundo lugar, si bien la película comienza de forma dinámica e intrigante, su ritmo e interés decaen según avanza la acción, además de su innecesaria y extensa duración. Finalmente, a pesar de un uso desajustado del CGI en las batallas finales, hay que destacar la belleza visual que ofrece el filme. Pero por, sobre todo, valorar su no subrayado “feminist power” en donde Ramonda emite discursos elocuentes y temperamentales, Shuri aporta su creatividad, inventiva y resiliencia y Oyoke su fuerza física y lealtad. Por último, la película número treinta del MCU, a pesar de no ser lo mejor dentro de dicho universo rinde un emotivo homenaje a Boseman sin caer en golpes bajos y otorga a los fans algunas apariciones esperadas como M'Baku Erik/ N'Jadaka (Michael B. Jordan). Asimismo, la película brinda todas las respuestas al público, posee una escena extra post créditos que revela aquello que previo al desarrollo del conflicto la trama había dejado en suspenso.