La segunda película de Marvel Studios sobre el superhéroe de la nación africana de Wakanda, otra vez bajo la dirección de Ryan Coogler, afianza y expande su universo a puro drama y acción cargada de épica, plasmando a su vez ideas y mensajes más profundos sobre el poder, la ambición y la hipocresía de las grandes potencias, el colonialismo y la violencia histórica hacia las minorías y los oprimidos del mundo.
El Rey ha muerto, the King is dead. La historia de la humanidad, tantas veces reflejada en la ficción, nos demuestra que la muerte de un líder poderoso siempre genera tensiones, reacomodamientos, y disputas dentro del reino, y fuera del mismo. La muerte prematura en agosto de 2020 del actor Chadwick Boseman, quien encarnaba a T'Challa, Rey de Wakanda, en Pantera Negra (2018), impacta directamente en el argumento de su secuela.
Pantera Negra: Wakanda por siempre comienza con la muerte y los coloridos rituales funerarios del rey africano que era a su vez el legendario superhéroe Pantera Negra. La ficción y la realidad por un momento se unen aquí de manera emotiva y respetuosa, vemos en estas escenas la despedida del personaje que es a su vez el adiós al actor. Esta es toda una definición, una decisión fuerte y poco habitual, cuando además estamos hablando de un legendario personaje del comic creado por Stan Lee y Jack Kirby hace más de 50 años.
Pantera Negra fue el primer superhéroe afrodescendiente de la historia de Marvel, creado en una época de fuertes tensiones raciales en Estados Unidos, que planteaba una realidad subversiva: su reino de Wakanda era una nación desconocida pero sumamente desarrollada, rica y poderosa, incluso tecnológicamente más avanzada que los países del mundo conocido. Esto se debía a la enorme reserva de un mineral único e indestructible llamado “vibranio” y a la decisión de mantenerse oculta y así protegida de las ambiciones colonialistas y dominantes de los países más poderosos. Es importante repasar algo del origen del personaje Pantera Negra y de su reino porque estas ideas están muy presentes en la escencia de esta secuela.
Ramonda (Angela Bassett) es la madre del difunto T'Challa, y es ahora la nueva reina de Wakanda que debe lidiar con las presiones -y los ataques- de los países “desarrollados” para que esta nación pacífica y avanzada, comparta sus conocimientos, su tecnología y sus riquezas ocultas para “el bien común” del resto de los países. Básicamente quieren el vibranio, digamos. Los paralelos con la realidad actual son bien claros, así funciona el mundo hoy y lo ha hecho siempre.
En medio del duelo y las tensiones internacionales, en una escena notable por su tensión, suspenso y acción la película pega un giro sorprendente con la aparición de un personaje y una civilización que provienen del fondo del mar. No, no es Aquaman, sino Namor, creado muchos años antes, allá por 1939, uno de los primeros de Marvel Comic, que renace en esta historia con la notable interpretación del mexicano Tenoch Huerta.
A la nación más poderosa y avanzada del planeta le aparece súbitamente otra similar en su desarrollo, en su poder de guerra, en su historia cargada de injusticias y tragedias. Una oculta en la selva africana y otra descendiente de los Aztecas, llamada Talokán, oculta en el fondo del mar. Ambas naciones pudieron desarrollarse, crecer con riqueza, y vivir en paz por la decisión de preservarse ocultas del resto del mundo que no hubiera tardado ni cinco minutos en invadir y saquear para hacerse del preciado vibranio. Esta es una idea fuerte y avalada por la historia que conocemos de África y América Latina. Pero ese tiempo de paz puede estar llegando a su fin, y desde allí se construye la trama de Pantera Negra: Wakanda por siempre.