Honestamente, nunca vi antes nada parecido a Black Panther. La gente de Marvel le ha encomendado una aventura pochoclera a un director de calibre – Ryan Coogler – y el tipo se ha despachado con un acontecimiento cultural. No solo ensalza de manera maravillosa la cultura tribal africana – mezclándola con la modernidad y la ciencia ficción – sino que se despacha con un ferviente discurso sobre el orgullo de pertenecer a la raza negra. En el fondo Black Panther no deja de ser blaxploitation en envase de super lujo, matizado con detalles de altisima calidad que lo convierten en un producto único y diferente.
He aquí una de superheroes con subtexto. La trama de fondo no deja de ser una típica intriga shakespereana – intrigas palaciegas, parientes secretos que vienen a reclamar el trono, traiciones de último momento -, pero el envase es deslumbrante. El reino de Wakanda parece ser una civilización asentada 300 años en el futuro, dotada de avances técnicos de todo tipo y color debido a poseer la única y mayor mina de vibranium del mundo – el mineral indestructible con el que hicieron el escudo del Capitán América -. Con el vibranium se cura, se come, se educa y se hacen super proezas. Utilizando una barrera de camuflaje, esta super civilización africana se esconde del mundo porque prefiere el aislamiento a que vengan los demonios extranjeros y pretendan conquistarlos. Ciertamente Wakanda posee tal capacidad tecnológica que está en condiciones de doblegar a toda la humanidad si así lo quisiera – y el cual termina siendo el objetivo principal de villano – pero prefiere la paz de la soledad. El lacónico príncipe T’Challa (Chadwick Boseman) se ha visto coronado de golpe debido a la súbita muerte de su padre – empardando con los acontecimientos ocurridos durante Capitán América: Guerra Civil -, y no se acostumbra ni al luto ni al trono. Cumpliendo con los ritos de coronación, T’Challa bebe una poción de flores nacidas del vibranium, lo que le hace prácticamente invencible pero, a su vez, le permite viajar al mas allá y contactarse con sus seres queridos. Ahora su misión es atrapar y ajusticiar a Ulysses Klaue (Andy Serkis, que perdiera un brazo en Vengadores: la Era de Ultrón, y ahora tiene un reemplazo multipropósito y super poderoso), quien ha estado robando vibranium desde hace tiempo para venderlo en el mercado negro. El problema es que, en el proceso de captura, T’Challa se topa con Erik Killmonger (Michael B. Jordan), quien no sólo resulta ser su primo sino que tiene una deuda de sangre con su fallecido padre (y, ahora, con su heredero regente).
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La acción es espectacular como siempre, pero lo que mas impresiona es el aspecto visual, que es sencillamente orgásmico. Las Dora Milaje – el ejército de guerreras que conforma la custodia personal del rey – es una de las cosas mas formidables que jamas haya visto en pantalla, y gracias a la interpretación de Danai Gurira – que exhibe una ferocidad que haría pishar de miedo a las amazonas de la Isla Paraiso – deja una impresión imborrable. A ella se le une Lupita Nyong’o como la osada ex novia de T’Challa, devenida en agente de inteligencia del reino, y la irreverente hermana del rey, Letitia Wright, que tiene el intelecto de un genio y hace la veces de una Q con faldas, proveyendo todo tipo de gadgets al rey.
Pero si la disputa por el trono es shakespereana, el tono de los contrincantes es tema viejo y se remota a los albores de los X-Men. Si T’Challa es un Martin Luther King pasivo y aislacionista que solo piensa en la paz de su pueblo, Killmonger es Malcolm X, un tipo que ha vivido en el resto del mundo y que desea las armas de Wakanda para sacar a los morenos de la opresión que han sufrido en todas partes del globo. No es un loco megalómano sino un tipo que desea usar la superioridad wakandiana para borrar las injusticias que ha padecido su raza y, como consecuencia, castigar a los blancos construyendo un imperio wakandiano que se extienda de sol a sol. Sí, es un hombre que ha vivido en el dolor como Erik Lehnsherr y que éste lo ha endurecido hasta el punto de abocar su existencia a la venganza.
Si todo es genial en Black Panther, el único punto flaco es Boseman, el cual mantiene un perfil demasiado modesto para la épica que reclama su personaje. Boseman es un gran actor, y en filmes como Marshall es un lujo exhibiendo determinación y honestidad, pero acá termina menoscabado cuando debe compartir pantalla con gente mucho mas carismática. Parte del drama es que el trio de mujeres que lo acompaña, Michael B Jordan y hasta Andy Serkis devoran la pantalla con un gusto que él no demuestra por exhibirse restringido. Puede que le falte asentamiento en el rol – fijense lo que le pasó a Chris Hemsworth con Thor -, o que Coogler deba escribirle un rol mas descollante – hasta el mismo Michael B. Jordan parece una mejor elección para Black Panther que Boseman -. El tiempo dirá si es el hombre adecuado para el papel, ya que aquí llega con lo justo.
Black Panther es un gran gran filme. Es inteligente, denso, tiene montones de personajes formidables, una estetica genial y una buena historia. Pero su mayor valor es la reivindicación de la cultura africana, la que se asoma como fascinante. Honestamente, después de ver el filme, salí corriendo a leer en la Wikipedia sobre tribus africanas, ritos, escudos y mascaras, implicando que Black Panther tiene muchisimo mas para ofrecer que una simple aventura pasatista y taquillera.