Apenas empezó el 2018, en Twitter comenzó un proyecto grupal tan excéntrico como hermoso: la lectura colectiva, de a un canto por dia, de La Divina Comedia. Para muchos, y me incluyo, fue la primera vez en que nos atrevimos a encarar ese libro. Conforme el Dante avanza por los círculos del Infierno, una de las primeras cosas que llaman la atención es la cantidad de figuras históricas que se cruza, una serie de cameos más insistentes que los de Stan Lee. Muchas de estos personajes son nombres desconocidos para el lector promedio, habitantes de la época del Dante que el poeta distribuye a criterio según sus supuestos pecados. Querer identificarlos lleva a uno a recurrir a las notas de pie, agregados que no son necesarios para la comprensión de la obra y que muchas veces ni siquiera tienen la respuesta porque ni los estudiosos se ponen de acuerdo sobre quien era ese muñeco. Esta información, o falta de la misma, no influye en la apreciación de La Divina Comedia. La importancia que seguramente tuvieron estas referencias ya no es la misma y los valores universales de la obra la superan.
¿Qué tiene que ver todo esto con Pantera Negra? A la hora de ver la nueva película de Marvel, sirve recordar que ninguna obra escapa de su época, pero que estas conexiones son eventualmente insignificantes para la valoración artística. El tiempo pasa, la situación cambia y lo que queda es la película.
Como con Mujer maravilla el año pasado, cuesta leer textos sobre Pantera negra que no insistan en su importancia en relación con el contexto. En tiempos en que la representación de las minorías en Hollywood se pone en cuestión con mayor ferocidad, un tanque de superhéroes con un elenco casi exclusivamente afroamericano está destinado a convertirse en estandarte de la causa. Causa que merece triunfar, pero que no por eso mejora o empeora las películas.
Pantera negra es la última película de Marvel antes de Infinity War, la película-evento hacia la que toda esta saga de dieciocho films se ha estado dirigiendo. Como tal, comparte bastante con Doctor Strange: la necesidad de establecer un mundo que expanda el existente y siembre las bases del posterior. Los actores tienen contratos, los contratos se terminan y Marvel necesita elementos para seguir con las películas cuando los Vengadores originales cuelguen las capas. Estas dos películas son las que más notoriamente cargan con esta doble labor de seguir una historia al tiempo que tratan de armar los cimientos para muchas otras. Este peso no lastima a Pantera negra, que crea su Wakanda con trazos firmes y claros sin que el universo Marvel se le caiga encima. Ryan Coogler aprovecha la oportunidad para un variado despliegue visual en ese país africano atravesado por una tecnologia imposible, pero que no pierde su identidad.
Lamentablemente, no cuenta con la misma capacidad para la narrativa. Pantera negra es una historia contada a los tumbos en la que cada conflicto presentado falla y solo sirve como distracción del duelo central entre T’Challa y Killmonger. Con una motivación que utiliza los temas de la época pero entramados en la historia ficcional de forma que funcionen independientemente, Killmonger es un villano trágico espectacular que la película tarda demasiado en aprovechar. La insistencia con el personaje de Andy Serkis, la descolgada relación entre el amigo de T’Challa y la guardaespaldas, el irrelevante tratamiento de Whitaker y Bassett; toda la primera parte avanza con torpeza, sin saber sintetizar ni economizar recursos. Esto, sumado a la impericia para el manejo del CGI de Coogler, culmina en una película con numerosas ideas pero casi todas truncas.
Hoy todo es celebracion alrededor de Pantera negra, con sus numerosos récords y textos laudatorios. Pero cuando se asiente el polvo y se la separe del contexto, quedará lo que en realidad es: una película con algunas ideas atractivas mayormente desaprovechadas que deja bases para continuar con el Marvel Cinematic Universe. Cómo continuará es algo que está por verse, pero el camino ciertamente no es por acá.