Los negros siguen de moda
Los negros están de moda, decía el suegro del personaje interpretado por Daniel kaluuya en la muy buena sátira fantástica Get Out (2017), haciendo gala de un Estados Unidos post-racial que nunca llegó realmente y que se fue por la letrina con Trump. Al alejarse ese paraíso de supuesta superación volvió la culpa blanca y volvieron los premios y los protagónicos para los negros (los muchachos de Moonlight y Get Out con espíritu independiente, y John Boyega y Chadwick Boseman representando al cine popular adolescente, por nombrar algunos). Como en las viejas blaxploitation, Pantera Negra es la primera película de superhéroes con un reparto casi enteramente negro. Y, siguiendo la tradición de la corrección culposa y haciendo casi una inversión del cine de explotación y de las panteras negras con las que comparte nombre, la película de Ryan Coogler no hace lugar ni a la violencia institucional ni tampoco a la revolucionaria. El héroe negro, llamativamente, luchará acá contra un hermano que quiere la liberación de su gente.
De todos modos, los grandes problemas de Pantera Negra son los que comparte con otras de su universo Marvel y con muchas de las actuales adaptaciones de comics en general, y que no tienen que ver con lo discursivo que suele ser más patético que corrosivo. La pérdida del cine material, la técnica y la dirección de arte por sobre el suspense, generan lo mismo que generaron tantas otras tanto del MCU como de DC y que ni hace falta nombrarlas: la gastada dinámica repetitiva modorrera, que sólo unas pocas películas de superhéroes pudieron reformular. La larga espera a que terminen las peleítas y que ganen los buenazos. La repetición de la fórmula hasta dejarla seca; y, en este caso, la formulita se lleva puesta una puesta que prometía.
La presentación de los personajes y del pueblo del héroe (la ficticia Wakanda, una retrofuturista ciudad oculta con reservas del súper-mineral Vibranium) más allá de los clichés en la representación de las tribus, aporta vitalidad con un laburo de arte fenomenal; material o virtual, quién sabe. Esa película enana de treinta minutos dentro de las más de dos horas de Pantera Negra y con un punto de giro que es también su propio climax, es lo mejor de lo que propone Coogler -director también de Creed (2015), uno de los mejores estrenos de nuestro 2016- así como también son bienvenidas las caras del mencionado Kaluuya y de Andy Serkis, como algunas peleas cuerpo a cuerpo y una persecución en Busan, esta vez, por desgracia, no de zombies en trenes. Todos elementos aislados que no terminan de cohesionar y que se pierden en la ñoñez de la resolución.
Pero no vayamos a hablar mal de una película repleta de negros, compañeros. Las reseñas de Rotten Tomatoes son todas a favor. ¿La corrección se impone en la crítica del norte? Es que allá entran en juego más cuestiones que acá con el tema de los negros (dos siglos de esclavitud, por ejemplo). Y la incorrección es muchas veces confundida con el discurso reaccionario de la derecha rancia, que deriva en el conservadurismo que propone la era Trump. Quién sabe, tal vez bancar cierta corrección como manera de despegarse del discurso redneck ahora poderoso, puede ser una buena estrategia política; por desgracia, no artística, si es que pueden separarse.