WAKANDA FOREVER
El MCU da un gran paso para el género superheroico, y para la industria en general.
En muchos aspectos, que poco y nada tienen que ver con lo narrativo, “Pantera Negra” (Black Panther, 2018) se asemeja a “Mujer Maravilla” (Wonder Woman, 2017). Sus mayores logros: contar una historia consistente sin necesidad de anclarse a ninguna franquicia (aunque, justamente, de allí provenga), y triunfar dentro de su propio universo, único, diferente a lo ya concebido, abriendo las puertas a la diversidad, la inclusión y a muchas de esas culturas que quedan en segundo plano cuando se habla de blockbusters hollywoodenses.
La representación importa, mucho más de lo que imaginamos desde nuestro lugar de “clase media baja privilegiada”, a veces, un poco ciegos y ensimismados en nuestros problemas, diferentes a los de otras minorías, religiones, etc. Todos quieren verse reflejados en la pantalla, hinchar por un ídolo a su imagen y semejanza, y no hablamos simplemente de dramas o comedias. Cuando llega el momento de arriesgarse con las superproducciones, los estudios suelen ser bastante renuentes a invertir sus millones en protagonistas o historias que no les aseguren buenos dividendos, de ahí la escasez de heroínas, el whitewashing, y otros tantos retrasos que se están tratando de revertir poco a poco.
La importancia de “Pantera Negra” va más allá de perpetuar el éxito del MCU o allanar el camino hacia “Avengers: Infinity War” (2018). Además de contar una aventura entretenida, intenta saldar una de las tantas deudas pendientes del género superheroico y la representación de la riquísima cultura africana en la gran pantalla, derribando, de paso, más de un estereotipo fallido, perpetuado a lo largo de décadas y décadas en el cine y la TV.
T'Challa (Chadwick Boseman) ya había demostrado de qué estaba hecho en “Capitán América: Civil War” (Captain America: Civil War, 2016). Un personaje mucho más complejo, íntegro y consciente de su rol como “héroe”, que los dos papanatas que se peleaban en aquella ocasión. Pero “Pantera Negra” no tiene tanto que ver con la odisea de este superhéroe de traje felino, sino con el monarca que debe asumir su posición de liderazgo y tomar las decisiones más difíciles, justamente, porque no le conciernen sólo a él, sino a toda la nación de Wakanda, su gente, y su lugar el en mundo.
El realizador Ryan Coogler, responsable de “Fruitvale Station” (2013) y “Creed: Corazón de Campeón” (Creed, 2015), acepta esta enorme responsabilidad y retoma la historia donde nos habíamos quedado en “Civil War”. Tras la muerte de su padre T'Chaka (John Kani), T'Challa regresa a Wakanda para asumir su lugar en el trono y recoger el manto de Pantera Negra.
A los ojos del mundo, Wakanda es otra pobre nación africana sumida en la miseria y las guerras civiles, nada más alejado de la vedad, teniendo en cuenta que se trata de un estado avanzadísimo en materia tecnológica gracias a sus reservas de vibranium, un poderoso mineral de origen extraterrestre base, entre otras cosas, del escudo del Capitán América.
Para que no caiga en las manos equivocadas, Wakanda decidió cerrar sus fronteras y aislarse del resto del mundo, dejándoles creer que Ulysses Klaue (Andy Serkis) había robado todo el preciado material años atrás. Así siguió creciendo y evolucionando bajo el reinado de T'Chaka, haciendo oídos sordos a los problemas de otras naciones africanas que bien podrían beneficiarse de semejante tecnología.
Por ahí pasan los verdaderos conflictos de la película. Por un lado, T'Challa asumiendo la responsabilidad como líder, buscando proteger a los suyos, pero cayendo en esta disyuntiva de compartir sus avances con el resto del mundo en beneficio de los que menos tienen. Por el otro, la amenaza de fuerzas externas con el regreso de Klaue y un nuevo aliado: el joven Erik Killmonger (Michael B. Jordan), wakandiano criado en un barrio poco coqueto de Oakland (California), que no guarda mucho cariño por su nuevo rey.
Killmonger no es el típico antagonista, más bien la contracara del “héroe” (no, no es lo mismo). Sus ideas pueden ser un tanto radicales, pero no están erradas, tal vez sólo su accionar extremo que, en definitiva, puede poner en jaque a la nación y al resto del mundo. Erik llega a Wakanda con la intención de remover el pasado y reclamar el trono (algo que puede hacer según las tradiciones locales), pero también con la certeza de que es hora de demostrar el poderío de su país, sin importar cuantos perezcan por el camino.
Coogler nos da las herramientas, y los motivos de unos y otros, para que nosotros decidamos de qué lado queremos estar. Ambos argumentos son convincentes, pero el verdadero reto de la historia es encontrar ese balance, ese punto medio que, de alguna manera (y sabiendo que es casi imposible), pueda dejar a todos contentos por igual.
El argumento de “Pantera Negra” no atraviesa el clásico camino del héroe porque T'Challa debe ser mucho más que eso, y visto a la distancia no es su protagonista excluyente. Es más, “Wakanda” le sienta mucho mejor como título a esta historia, que se adentra en la amalgama de costumbres y tradiciones africanas con toda su mística y colorido, y la alta tecnología que protege e impulsa a la nación, además del trajecito del felino.
El elenco de “Pantera Negra” funciona como un todo donde cada engranaje encaja a la perfección y hace avanzar la historia. Todos se destacan por igual y tienen sus grandes momentos, aunque claro que hay que destacar la fantástica presencia femenina resumida en la Dora Milaje (fuerzas especiales que protegen al rey y la nación conformada íntegramente por mujeres de diferentes tribus), liderada por Okoye (Danai “Michonne” Gurira); además de Nakia (Lupita Nyong'o), mucho más que un ex interés amoroso del monarca; y Shuri (Letitia Wright), hermana menor de T'Challa, una geniecito encargada de diseñar el traje de Pantera Negra y todos los artilugios tecnológicos que se les ocurran. Incluso Ramonda (Angela Bassett), madre de T'Challa y reina de Wakanda, que todo el tiempo se debate entre el bienestar de su familia y su nación. Mujeres poderosas que no retroceden ante el peligro, y luchan de igual e igual (incluso mejor) con sus contrapartes masculinas.
Lo mejor y más destacado de “Pantera Negra” son sus contrastes. Los “paisajes africanos” (aunque originalmente se trate de Atlanta y Corea), cortesía de la fotografía de Rachel Morrison -primera mujer nominada al Oscar este año por “Mudbound”-, en oposición a la mega tecnología de la ciudad. Las diferentes tribus, con acento en diferente, que mantienen sus tradiciones, alianzas o enemistad según el caso, como W'Kabi (Daniel Kaluuya) y su Tribu Fronteriza, primera línea de defensa de Wakanda, o M'Baku (Winston Duke), líder de los Jabari, exiliados en las montañas. Hasta la música de Ludwig Göransson, cargada de esos sonidos tribales tan característicos, que acá se cruzan con los temas originales de Kendrick Lamar. Todo dotado de una belleza única, y pocas veces vista en el género superheroico.
La mitología y las costumbres siempre están presentes, ya sea en la ceremonia de coronación; la figura de Zuri (Forest Whitaker) y las propiedades de la hierba de corazón que suma fuerza y habilidad a la Pantera; o en los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, las mejores escenas de acción que tiene la película (no por nada es el director de “Creed”). En oposición, lo que más falla nos las secuencias grandilocuentes cargadas de efectos especiales y CGI, imposibles de evitar en este universo, pero que le restan perfección al conjunto visual porque ponen en evidencia el artificio. Una lástima.
Por lo demás, todo funciona. La incorporación de Klaue (a pesar de sus chistes) y el carisma de Serkis, una de las pocas veces donde le vemos su verdadera cara; y la de Everett K. Ross (Martin Freeman), única conexión con el MCU y ese mundo exterior que no tiene la menor idea de lo que pasa en Wakanda.
“Pantera Negra” plantea un argumento sencillo con algunos puntos predecibles y apresurados, sí, pero plagado de conflictos y decisiones que no lo son. Decisiones que, al fin y al cabo, le corresponden a su protagonista, pero que no dejan de ser una metáfora de cada uno de nosotros reaccionando y empatizando ante los otros, el resto del mundo que se aparta de nuestro querido y seguro microcosmos. Coogler maneja sensibilidad, pero no sentimentalismos (aunque ya hablaremos del momento “Rey León”), y jamás planta a sus protagonistas en la vereda de las víctimas para demostrar algún punto. En cambio, nos muestra una cultura empoderada que no se maneja por revanchismos y, de alguna manera, intentará abrir la cabecita y corregir los errores del pasado. Un consejo que le viene muy bien a Hollywood y a todos aquellos que (todavía en pleno siglo XXI) rechazan las nociones de igualdad, diversidad, inclusión y representación, reduciendo y desmereciendo todo el asunto a la apretada agenda política del momento.
LO MEJOR:
- El mensaje, y la posibilidad de que llegue hasta los más “escépticos”.
- Un elenco insuperable.
- Wakanda, todo Wakanda, el despliegue visual y sus contrastes.
LO PEOR:
- Esos personajes y peleas en CGI. Ay, ay, ay.
- Que no van a faltar los comentarios racistas.