Después de más de tres años de haber finalizado la producción de este documental, finalmente sale a la luz. Una vez más, aproximándose a divulgar y poner sobre el tapete, un tema siempre triste para la historia reciente de nuestro país como fue la desaparición forzosa de personas.
En este caso los directores Alejandro Haddad y Nicolás Valentini trazan un paralelismo entre lo ocurrido en la Argentina, desde mediados de los años ‘70 y principios de los ’80, con Turquía diez años más tarde. A simple vista no hubo grandes diferencias con nuestra nación. A los que se oponían al régimen el Estado se encargaba de vigilar, perseguir, reprimir, capturar, torturar, matar y desaparecer, tanto aquí como en el pueblo Kurdo de Turquía.
Como una suerte de hilo conductor, o de guía necesaria para comprender mejor la situación planteada, los realizadores se valen de la presencia de una de las Madres de Plaza de Mayo, una de las más notorias como Nora Cortiñas, a la que muestran en su actividad diaria y, además, con su lucha eterna por encontrar a su hijo desaparecido hace casi 40 años.
Ella es invitada a viajar y conocer a las Madres por la Paz y a las Madres de los Sábados, que son organizaciones similares a las de Plaza de Mayo, pero no tienen la logística ni la fuerza necesaria, seguramente por el modo de vida que tienen las mujeres en esa región, pero que Nora las aconseja y les enseña de qué manera tienen que hacer las cosas y cómo pelear legalmente para obtener respuestas del gobierno.
El relato se basa en seguir el viaje de Nora Cortiñas, mostrar las reuniones que tiene, fundamentalmente con las madres y, en menor medida, con unos pocos hombres que pertenecen a ambas organizaciones.
La cámara viaja junto a ellas para darle agilidad a la película, pues la mayor parte del tiempo los personajes están sentados o parados, pero hablando o mostrando fotos. Generalmente son imágenes descriptivas, porque hay escasos momentos de emoción, los documentalistas no preguntan, sino que permiten la interacción cultural a través de un traductor, pero, hay veces que no es necesaria su presencia en razón de que a todas las une el mismo dolor y la misma esperanza: que los responsables sean encarcelados de por vida.