Trazando líneas a través de la esperanza y la lucha, Pañuelos para la historia, de Alejandro Haddad y Nicolás Valentini, es un documental de corte tradicional que antepone el mensaje sobre las formas. ¿De dónde sacaste tantas fuerzas? A algunes el dolor los abate; la pérdida, la ausencia, los derriba. Otres juntan coraje, se unen, y dan una pelea inimaginable.
Las Madres de Plaza de Mayo son el mejor ejemplo. Fundadas un 30 de abril de 1977, estas madres que reclamaban por datos y la aparición de sus hijos durante la cruenta dictadura militar que hacía ya un año había usurpado el poder, se convirtieron en un símbolo en sí mismas de la lucha inagotable, del espíritu inquebrantable.
Son más de 40 años en los que (les) pasó de todo; las ningunearon, las maltrataron física y verbalmente, intentaron comprarlas, vencerlas de todos los modos posibles. A algunas las mataron o “desaparecieron”; y aquí están firmes, con sus reclamos intactos y ampliados hacia otras causas abarcadoras de los Derechos Humanos.
¿Existiría la hoy “tendencia” de los pañuelos de diferentes colores para reclamar sin ese primer pañuelo que tuvieron que ponerse en octubre de 1977?
Un símbolo de amor. Sus figuras han sido objetos de distintos trabajos, ficcionales y aún más documentales. También traspasaron inmediatamente las fronteras, íconos mundiales de la resistencia a un período negrísimo.
Pañuelos para la historia de Alejandro Haddad y Nicolás Valentini precisamente pone este detalle de su “globalización” como foco principal, a través del lazo que une a dos agrupaciones, una que sirvió de ejemplo e inspiración a la otra. En 1999 se fundó en Turquía el movimiento Madres de la paz. Un grupo de mujeres que se unieron con el objetivo de combatir el enfrentamiento entre las diferentes etnias de su país.
Hay otro país detrás de lo que nos muestran las edulcoradas telenovelas turcas. Más allá del conservadurismo cultural arraigado; existe un conflicto eterno entre los turcos y los kurdos, mediante una guerra que cuesta vidas de un lado y del otro. Las Madres de la Paz son mujeres que han perdido a sus hijos (posteriormente a otros familiares también) en este absurdo enfrentamiento, y pregonan por la unión del pueblo, el cese bélico, y la paz definitiva.
Como habrán de imaginarse aún sin conocer la historia, nuestras Madres de Plaza de Mayo sirvieron de fuente e inspiración para sus pares de Turquía. Es más, tristemente, la historia de ambas agrupaciones tiene varias aristas comunes relacionadas a las muertes y maltratos de terceros.
Pañuelos para la historia retrata el viaje de Nora Cortiñas, miembro emblemático de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora hasta Turquía para reunirse con sus pares de aquel país.
Se trazan paralelismos permanentes, se cuentan ambas historias, que son diferentes, por varias cuestiones. La cultura no es la misma, el contexto es diferente, y la actualidad es otra. Mientras que aquí finalmente se llevan a cabo los juicios que, de alguna manera, zanjan ese reclamos ninguneados durante casi 40 años. En Turquía aún no se reconoce a los crímenes de lesa humanidad. Llevan una lucha a la que aún le queda un tramo largo de reconocimiento.
Sin grandes artilugios, ni una puesta en escena que se imponga sobre el material, Pañuelos para la historia entiende que no es necesario adornar para emocionar. Alejandro Haddad era un periodista que dedicó gran parte de su carrera a exponer el conflicto turco/kurdo. El registro de Pañuelos para la historia denota ese detalle. Es periodístico, observacional, detallado.
Algunos podrán decir que su destino hubiese sido mejor el televisivo. Como sea, una llegada a pantallas grandes nunca será menospreciado. Haddad falleció en 2014, cundo el documental no estaba finalizado, y fue Nicolás Valentini quien lo culminó un año después respetando el estilo. Finalmente, tres años después obtiene su estreno.
Pañuelos para la historia no será recordado como un documental que revolucione las formas y los sentidos.
Aporta su valioso grano de arena al reconocimiento de estas madres que de un lado y del otro del mundo se unen para expresarse la esperanza de una pelea pacífica por la paz (valga la redundancia) que lejos está de acabarse. Si algo nos enseñaron estas luchadoras es que bajar los brazos nunca es una opción frente al oscuro poder.