De misántropo “dark” a feliz jefe de familia
“Hay veces en que todas las piezas caen en su lugar”, constata con mal disimulada autosatisfacción Wally Mars. Lo que Wally no sabe es que no habla de sí mismo, sino de la película que lo contiene. Basada en un relato de Jeffrey Eugenides al que tergiversa sin miramientos, Papá por accidente (abismal título local para The Switch, “el cambio”) es una de esas películas que –producto del esfuerzo hecho para que todas las piezas encajen– terminan más enroscadas que el contorsionista de la historieta de Trillo y Mandrafina. Más que un cuento, un teorema: cómo partir de un misántropo dark y llegar a un padre y marido feliz, sin producir cambios convincentes entre un polo y otro. Entregándole además en bandeja –es una comedia romántica– a la “linda” de la película. O eso es, al menos, lo que la maquinaria promocional viene intentando vender sobre Jennifer Aniston, desde los tiempos de Friends.
“Dejate de wallear, por favor”, suplica Kassie (Aniston) a Wally (Jason Bateman, de La joven vida de Juno y Amor sin escalas), dándole nombre a la condición de neurótico y pesimista extremo. Eso es en la primera parte de la película, la parte buena, que es la que precede a la cura y corrección de Wally y su conversión en súbito héroe romántico. ¿Que algo semejante sucedía en Mejor imposible? Sí, con la diferencia de que allí se narraba el proceso de conversión del protagonista, cosa que aquí simplemente se da por hecho. Antes de buenificarse, Wally es el típico ácido de comedia (llamémosle Woody, Seinfeld, Larry David) que despotrica ante versiones de Hamlet en pelotas, abomina de las sonrisas XXL y es incapaz de salir con una chica sin imaginarse el peor de los futuros junto a ella (y describírselo con lujo de detalles, por supuesto).
Si combina en una fiesta pastillas y alcohol, Wally puede empeorar, “secuestrándole el embarazo” a su mejor amiga. A los treinta y pico, a Kassie le agarró la impaciencia y se consiguió un donante de esperma. Ahí es donde Wally va a entrar al baño y cometer su peor fechoría. No hay problema. Total, cuando lo descubran, el guión lo va a castigar con el premio mayor. Will Speck y Josh Gordon habían dirigido Patinando a la gloria, que aquí salió directo a DVD y es una de las cimas del Will Ferrell más desaforado. Lejos de todo desafuero, Papá por accidente (título que suena a Fred McMurray y Hayley Mills) aspira, en cambio, a comedia romántica clásica. Dos protagonistas con buen timing, un par de secundarios que les dan cuerpo a papeles que no lo tienen (Juliette Lewis y Jeff Goldblum, dos bienvenidos comebacks), Nueva York de fondo, una puesta en escena fluida y elegante. Todo bien con eso, no hay nada de malo mientras sea orgánico.
El problema es la descalabrada operación de transformismo que se intenta practicar aquí, pasteurizando como comedia romántica un texto que es pura neurosis y disfuncionalidad. Publicado en The New Yorker, Baster, el relato de Jeffrey Eugenides (autor de Las vírgenes suicidas), termina en el momento en que nace el hijo de Kassie. Cosa que en la película sucede... a la media hora, más o menos. Cartel de “Siete años más tarde” de por medio, lo que viene de allí en más es invención pura. Lo que tampoco tendría nada de malo, si fuera en verdad invención y no pura convención a contramano.