Hay ciertos conceptos vacíos de sentido pero cargados de simbologías varias. Uno de ellos, acaso de los más familiares para nosotros, es el de la “argentinidad”, una especie de combo de lugares comunes folclórico-publicitarios que resumen o condensan ese concepto en una serie de figuras icónicas: la amistad, el barrio, la pasión, la familia, la “viveza criolla” y el fútbol, entre otros. PAPELES EN EL VIENTO juega con todas esas figuras y las hace pasarse la pelota como en una competencia de argentinismos, para terminar armando un combo que resulta un tanto excesivo.
Y es una pena porque el filme cuenta una potencial buena historia y Juan Taratuto, su director, tiene la suficiente habilidad y conocimiento del manejo de los tiempos y recursos cinematográficos como para poder conducir a los espectadores por una trama que tiene momentos e ideas narrativas ingeniosas. Pero el filme vuelve, una y otra vez, a esa celebración/justificación sentimental de “la piolada” porteña, echando a perder los logros que va tratando de construir de a poco.
Es la historia de cuatro amigos, uno de los cuales ha muerto hace poco a causa de un cáncer. Los tres restantes, hinchas fanáticos de Independiente (como era el fallecido, apodado El Mono e interpretado por Diego Torres), quieren ayudar a la hija de éste, recuperando un dinero (300 mil dólares) que El Mono tuvo en sus manos tras una indemnización laboral pero luego (mal) invirtió en un jugador de fútbol que no rindió como todos esperaban y hoy da pena en un equipo de cuarta categoría de Santiago del Estero.
papeles3El filme –más allá de algunos flashbacks a las épocas en las que El Mono vivía y cuando se enfermó– se centrará en Mauricio, Fernando –hermano del fallecido– y El Ruso (encarnados por Pablo Echarri, Diego Peretti y Pablo Rago) y en sus esfuerzos por recuperar el dinero de la manera que sea, tratando de “reinventar” al jugador que era delantero como defensor, intentando venderlo al exterior y lidiando con sus representantes pero, sobre todo, tomando esa misión casi como una manera de homenajear a su amigo y, paralelamente, darle la posibilidad a la hija de “sentir los colores” del Rojo de Avellaneda.
La película –cuya trama recuerda, por momentos, a las idas y vueltas narrativas con el eje puesto en la “viveza criolla” patentadas por NUEVE REINAS– tendrá sus confusiones y vueltas de tuerca ingeniosas, pero lo que estará siempre al frente de todo será esa idea sentimental de que, por los amigos y por la familia, vale todo. Y el filme de Fabián Bielinsky, si bien lidiaba con algunas ideas relativamente similares, jamás empujaba esos lugares comunes vacíos de significado hacia el primer plano de la narración. Ni tampoco terminaba celebrando una mezcla de conservadurismo barrial y canchera xenofobia (“los argentinos somos los más vivos del mundo” o algo así) de la manera en la que lo hace esta película, justificándose en esos valores filiales, con una enfermedad terminal como frutilla del postre.
papalesenelviento030114wideHabiendo visto todas las películas de Taratuto tengo la impresión que no es ése ni el universo ni la filosofía de vida del director de LA RECONSTRUCCION y NO SOS VOS, SOY YO, sino que responde más al mundo creado por Eduardo Sacheri en la novela homónima, con su “neo-fontanarrosismo” y su nostalgia “gasolera” que bordea un universo televisivo en sus versiones más old-school (digamos, de AMIGOS SON LOS AMIGOS a –ay!– EL SODERO DE MI VIDA). En EL SECRETO DE SUS OJOS –la película basada en su novela LA PREGUNTA DE SUS OJOS–, la trama policial, la dimensión política y la pericia de Juan José Campanella como narrador lograban dejar en segundo plano esos excesos temáticos (el barrio, el fútbol, la pasión, la amistad, etc, etc), pero aquí Taratuto no logra taparlos, tal vez porque no hay nada con que hacerlo.
Tampoco es un problema de los actores, quienes más allá de algún exceso de caracterización, no abusan de los clichés que el guión casi parece pedirles (de hecho, Rago está muy bien en el rol del más loser de los amigos). Es un problema, si se quiere, ético (o moral o ideológico) con el que la película termina coqueteando la que tira para abajo sus esfuerzos de ser una narración simpática, amable y, sobre todo, dramáticamente ajustada. No hay planificación visual que se pueda sostener cuando la idea de “la argentinidad al palo” parece ganar la batalla por todos los costados.