El escritor Eduardo Sacheri me hace acordar a esa aguda y maliciosa frase de Borges que decía que García Lorca era un andaluz profesional. Sacheri es un porteño profesional que sin demasiado talento para la prosa -confieso que leí sólo La pregunta de sus ojos, quizás aprendió después- logró el éxito gracias a que Alejandro Apo leía en su programa de radio sus cuentos repletos de melancolía futbolera, de viejitas que hacían ravioladas y amigos con códigos. Así cosechó una audiencia de gente que no suele leer pero que se interesó por sus historias de barrio y argentinidad al palo.
Tampoco soy un muy fan de Juan José Campanella pero hay que reconocer que si una virtud tiene el tipo es que sabe escribir guiones de formato clásico y eso se nota particularmente en El secreto de sus ojos, porque se ve con mucha claridad cómo corrigió todos los agujeros argumentales de la novela. Así, como estábamos también libres de la prosa torpe de Sacheri, el resultado fue una película bastante decente.
Pero ahora llega al cine otra de sus novelas, esta vez escrita y dirigida por Juan Taratuto. Se trata de Papeles en el viento, una historia más sacheriana (perdón) que La pregunta de sus ojos porque se desarrolla en el ámbito del fútbol y cuenta la historia de cuatro amigos “entrañables” y sus “chantadas” típicamente argentinas. Y si bien Taratuto es un narrador capaz que demostró pericia para la comedia en Un novio para mi mujer -ayudado por una Valeria Bertuccelli espléndida y un libro del buen guionista Pablo Solarz- y sensibilidad para el drama en La reconstrucción, no le alcanza la magia para levantar un material que ya de por sí resulta bastante complicado.
La historia: Fernando (Diego Peretti), Mauricio (Pablo Echarri) y El Ruso (Pablo Rago) son tres amigos de la infancia que comparten su pasión por Independiente y también la tristeza por la muerte de su otro amigo, El Mono (Diego Torres). El amigo muerto dejó una ex mujer (Cecilia Dopazo) muy enojada por el tendal de deudas y también una hijita que ellos quieren seguir viendo. El único capital que dejó El Mono es un jugador de fútbol mediocre que juega en un equipo de Santiago del Estero y que compró en su momento con el dinero de una indemnización. Así los tres amigos intentarán vender a ese jugador invendible para asegurar el futuro de la hija de El Mono.
La premisa no es mala: una comedia con cierta crítica a los chanchullos del mundo del fútbol, con representantes chantas, periodistas corruptos, jugadores patadura y tres amigos que pondrán a prueba su fidelidad.
Pero los diálogos impostadamente argentos que no terminan de resultar naturales, los agujeros en la trama, que está colgada de un pincel -que un Campanella tal vez habría corregido-, y cierta moral ramplona según la cuál los ricos son garcas y los pobres -o más bien la clase media venida a menos, porque no hay pobres en la película- también son garcas pero con buenas intenciones y las mujeres son todas unas hinchapelotas, hace de Papeles en el viento un espectáculo bastante difícil de tragar.
Después está lo predecible no sólo de las vueltas de tuerca de la historia sino también de los chistes, que se ven venir desde tres líneas de guión antes, y el trabajo de Pablo Rago con una dentadura postiza que te saca de la película constantemente.
Es una pena porque -y esto es un lugar común, pero no por eso menos cierto- el fútbol ha sido representado pocas veces bien en el cine argentino y si algo sabe hacer Sacheri, con todas sus limitaciones, es captar ese ambiente con sus códigos, con sus grandezas y sus bajezas. Y Taratuto es, a su vez, un director seguro dentro de la no tan extensa nómina de tipos capaces de hacer buen cine de género y popular en Argentina. La sociedad, en este caso, no funcionó.