Producción que trabaja por encima de cualquier otro tema la nostalgia, si bien el vehiculo temático que hace avanzar la trama es la amistad, la añoranza de un tiempo pasado mejor se huele a cada instante.
Hay otros temas en danza a lo largo de todo el texto audiovisual, y lo que por momentos parece querer posicionarse como denunciante, en el orden de la corrupción económica en el fútbol y los medios de comunicación, termina siendo apenas una leve aproximación al tema que nada resuelve.
No sólo se puede atravesar el filme desde lo formal, por la utilización de los cortes temporales, éste va y regresa en el tiempo casi de manera aleatoria, pues la intención de ese recurso parece primar en la presentación del verdadero protagonista, que es el disparador de la historia, y que de otra manera sólo se constituirá en un personaje fuera de cuadro. En éste caso no hay una intención calificadora del recurso, de su utilización y de sus formas, sino poder escudriñarlo desde ese lugar incomodo del justificar lo que se hace en cine, pues nada es casual en éste arte.
El director Juan Taratuto se presenta con su cine como un muy buen contador de historias, no le pidan que tome riesgos sobre las formas de narrar, ni demasiadas búsquedas estéticas, ni siquiera con el diseño de sonido o la música, que en éste caso se limita a esta puesta para redundar sobre lo contado y mostrado.
Y si algo afloraba como metonimia desde el titulo, el final da por tierra con esa posibilidad de lectura.
Lo cual pone a éste buen ejercicio audiovisual como muy dependiente del guión, que es en realidad una traslación de la novela homónima de Eduardo Sacheri, el mismo autor de “El secreto de sus ojos” (2009).
La historia se centra en res amigos (Diego Peretti, Pablo Echarri y Pablo Rago) quienes se sienten en la obligación de poder darle un futuro a la hija del “El Mono” (Diego Torres) que él no pudo concretar, el es cuarto de los amigos, todos unidos por la pasión sobre el fanatismos del fútbol, e hinchas del Club Atlético Independiente.
Dueño del pase de un jugador del interior de Argentina, la devaluación monetaria, y del mismo jugador, los llevara a actos improbables, no imposibles, con la firme intención de recuperar la pésima inversión económica de su amigo fallecido.
Si bien no recurre al grupo de los catálogos de golpes bajos, la historia en sí misma no necesita de ese recurso artero para funcionar como una comedia dramática, que cuando se coloca en el lugar de la moraleja, patina.