Papeles en el viento intenta (y logra con mucha maestría) emular un tipo de película que Hollywood hace muy bien: las que tienen que ver con el deporte y el sentimiento.
Obviamente aquí no vamos a ver baseball sino nuestro fútbol y desde el punto de vista de cuatro amigos hinchas del club Independiente.
La historia es simple pero emotiva y con un agregado criollo de esos que Eduardo Sacheri sabe muy bien poner.
La misión de los tres personajes principales de velar por el futuro económico de la hija de su amigo fallecido a través de vender un jugador de fútbol es tan loca y tan argentina que trae momentos fantásticos.
Juan Taratuto ejecuta con agilidad un guión que podría haber caído en una simple comedia dramática con muy buenas secuencias propias de este género pero más rápidas.
El elenco de estrellas está genialmente balanceado y si bien nadie opaca a nadie hay que destacar el magnífico laburo (sobre todo en su andar y gesticulación) de Pablo Rago, y la ambigüedad de Pablo Echarri.
Diego Torres aporta la emoción (y algunas lágrimas) en los momentos justos y Diego Peretti pone todo lo suyo para convertir su personaje en uno de esos papeles cómicos (con aristas dramáticas) que tan bien le salen.
Dicho esto, el problema que tiene el film es que no va a empatizar con todo el mundo e incluso hasta un sector puede llegar a odiarlo. Me explico: en un país tan futbolero como el nuestro, los que no comulgamos esa pasión por la pelota número cinco de arco a arco quedamos un poco afuera en ciertas referencias y datos, y por ello no nos “pegará” tanto como a los que respiran el deporte y van todos los domingos a la cancha. Ni hablar de los hinchas de Independiente, que amarán esta película y la defenderán en el infierno mismo.
Todo en contraposición con un hincha de Racing, quien creo que puede llegar a pasarla mal y/o menospreciar el film con argumentos de fanático.
Ahora bien, todo esto no le resta sino todo lo contrario porque será más que interesante el ver cómo reaccionan los espectadores.
Taratuto y Sacheri lograron -una vez más- meterse en la piel de los argentinos para mostrar algo que vemos todos los días pero de una forma espectacular y emocionante dentro del marco de una pantalla.