Una derrota inesperada
Juan Taratuto, si bien no es garantía absoluta, es uno de los directores más confiables del cine mainstream nacional. Ahí están Un novio Para mi Mujer o ¿Quién Dice que es Fácil? como ejemplos palpables de esa afirmación. Eduardo Sacheri, junto a Taratuto, escribieron el guión de Papeles en el Viento, adaptando la novela homónima del escritor de La Pregunta de sus Ojos.
La premisa resultaba alentadora. Un director solvente detrás de las cámaras, un libro cargado de amistad y referencias futboleras y un elenco integrado por figuras reconocibles eran buenos puntos de partida para esperar bastante de Papeles en el Viento. Lamentablemente, el resultado del film es un poco decepcionante.
La historia de la quinta película de Taratuto nos cuenta, a grandes rasgos, las desventuras de tres amigos al vender a un delantero que juega con más pena que gloria en el Argentino A (tercera categoría del fútbol argentino). La idea de Fernando, el Ruso y Mauricio es ubicar a Pittilanga (así se llama el muchacho que milita en un equipo de Santiago del Estero) en algún club para que puedan recuperar los 300 mil dólares que pagó en su momento su amigo de toda la vida, el Mono (fallecido de cáncer), y poder entregárselos a su hija para que disponga de esa suma de dinero en el futuro.
Las actuaciones tampoco logran torcer el resultado a favor de la película.
Papeles en el Viento tiene varios problemas, pero el principal es cómo se dejan ver los hilos en determinadas escenas. ¿Qué quiero decir con esto? Todas -o casi todas- las películas tienen momentos que buscan generar algún tipo de sentimiento, pero la magia del cine se da cuando uno se encuentra y se sorprende cumpliendo ese cometido del film, y no cuando ve venir esas intenciones desde muy lejos. Con Papeles en el Viento pasa esto último; en la mayoría de las escenas se anticipa el chiste o el propósito del realizador de generar la tan deseada emoción. Los flashbacks (que subrayan lo mostrado y no aportan nada a la trama), acompañados por una música terriblemente sensiblera, rondan con una cercanía alarmante el temible golpe bajo. Es en toda la secuencia final en la cancha de Independiente donde la obra consigue cerrar una escena conmovedora con fuerza y determinación.
Además, el apartado de las actuaciones tampoco logra torcer el resultado a favor de la película. Pablo Echarri, Diego Peretti, Pablo Rago y Diego Torres no tienen la química necesaria para que uno compre la historia, y todas sus líneas son dichas al aire sin ningún tipo de carisma o vigor. Después, el elenco secundario, integrado por Cecilia Dopazo, Paola Barrientos y Daniel Rabinovich, tiene un desarrollo nulo, lo que no les favorece en absoluto para poder brillar en el nublado cielo del film. Incluso la escena con la fugaz aparición de Cacho Buenaventura parecía, a priori, atractiva pero no es explotada en absoluto.
Hay en Papeles en el Viento ciertos puntos de contacto con el cine de Juan José Campanella, especialmente en el costumbrismo argentino presente en las obras del director de El Secreto de sus Ojos. Los diálogos bien porteños, las chantadas, los asados, etc. parten del libro de Sacheri, pero la impericia de Taratuto (eficacia que a Campanella no se le puede cuestionar en ese aspecto) hace que esas situaciones suenen forzadas o impostadas. Es una verdadera pena que el fútbol siga esperando una película que le dé una victoria abultada. Lamentablemente, con Papeles en el Viento se da una derrota inesperada, y esa deuda con el deporte más popular de nuestro país seguirá sin saldarse.