La lejanía de lo cercano
Tratado inteligente y a la vez poéticamente sentido acerca de la familia de clase media argentina, Papirosen es ante todo elogiable por su autorreferencialidad suspendida y su voyeurismo perplejo y de un humor escondido, que hace de los Solnicki una familia universal e inquietantemente “argentina”. Asimismo, el filme evita lo explícito o grotesco o forzosamente emotivo como los desplantes provocativos a lo Tarnation (la diferencia determinante entre ambos filmes está en que, como Germán Scelso en el reciente híbrido y también íntimo La sensibilidad, Gastón Solnicki aparece poco y nada frente a la cámara: Jonathan Caouette lo hace todo el tiempo).
Lo que sí enlaza vagamente a Tarnation y Papirosen es su procedimiento: al igual que Caouette, Solnicki recurrió a viejos archivos fílmicos de su historia familiar y a registros más recientes que se cuentan desde la llegada de su sobrino al mundo para concebir el montaje: el resultado es un collage que intercala porosas imágenes VHS que recrean el casamiento de los padres de Gastón, almuerzos domingueros con abuelos incluidos y niños jugando en el pasto (Solnicki y sus hermanos), con escenas hiperrealistas de los últimos años, que versan sobre un viaje consumista a Miami, la separación de la hermana de Gastón o el cumpleaños de su sobrino.
Sugestiva por todo aquello que no dice y que las imágenes evocan de soslayo, Papirosen es una cápsula artesanal y casi miniaturista que condensa de manera fragmentaria la elusiva idiosincrasia argentina y el vertiginoso paso de las décadas (y las costumbres) desde la acción de una cámara intrusa que no juzga, no obliga a lecturas, no denuncia: alarmantemente silenciosa, la mirada generacional de Solnicki insinúa que la verdad, si existe, está en los rompecabezas, en las paradojas, en el abandono hacia la realidad material (la escena del interior de un auto, cuando el niño Mateo le pregunta a su padre por qué éste le miente, hace de lo cotidiano un fluir intenso e hipnótico).
La nostalgia, si aparece, es indirecta y “tecnológica”, una saudade audiovisual que apela a la memoria común, los registros de video casero como magdalenas retro de un tiempo trágicamente perdido. Las imágenes clínicas del presente, por su parte, aluden a un tiempo frío, monótono, pero también apacible. Cuando el padre de Gastón oye la canción judía Papirosen se emociona, pero el realizador prefiere evitar que se vean las lágrimas, y en esa discreción hay todo un gesto. Con el plano de esos teleféricos lejanos del inicio y el fin, Solnicki equipara la contemplación a la más lúcida de las cercanías.