Paraíso: Ni olvido ni perdón.
Andrei Konchalovsky nos trae una nueva visión del holocausto con un relato ambicioso y cargado de solemnidad.
Tuve la suerte de disfrutar de este film en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Mar Del Plata, sin conocer demasiado sobre la trama del film. Si bien me había enterado que había logrado el galardón a la Mejor Dirección en el Festival de Venecia, fui a ver la película sin ningún conocimiento previo sobre la obra. Esto ocasionó llevarme una grata sorpresa luego de su visionado.
Es difícil, hoy en día, encontrar algún relato novedoso o con una mirada más profunda sobre el holocausto. Por lo general siempre se tocan las mismas cuestiones, y he aquí el gran logro de Andrei Konchalovsky (Escape en tren, Tiempo de amar, Gente como nosotros, Tango & Cash), que consigue darnos una mirada intimista y arriesgada sobre la memoria.
La película sigue los pasos de tres personas cuyos caminos se cruzan en los terribles tiempos de la II Guerra Mundial. Olga (Yulia Visotskaya) es una aristócrata rusa miembro de la Resistencia Francesa que es arrestada por la policía nazi por ocultar a dos niños judíos durante una redada. Arrestada y enviada a la cárcel en espera de una decisión final, en prisión conoce a Jules, un funcionario francés colaboracionista que debe investigar su caso. Allí también se encontrará con Helmut (Christian Clauss), un alto oficial de las SS, que hace muchos años fuera su amante y que todavía parece mantener sentimientos por ella.
El director nos propone esta historia abordándola como si fuera una especie de falso documental, a partir del cual los personajes son entrevistados y develando poco a poco el rompecabezas que compone la trama.
Llevando la historia de manera sutil y emotiva, el contexto va coqueteando con lo onírico. El film está muy bien encabezado por la soberbia interpretación de Yulia Visotoskaya la cual protagoniza los momentos más poderosos del film, a través de algunos diálogos desgarradores que propone el cuidado guion de Elena Kiseleva y Andrey Konchalovsky.
La fotografía monocroma y su relación de aspecto de 1:1,33 proponen un marcado recurso estético que le dan un toque especial a la narrativa y la decisión del director de determinar el encuadre. La fotografía de Aleksandr Simonov es otro de los grandes logros del film, la cual nos remite un poco a La Lista de Schindler.
Konchalovsky logra mezclar hechos ficticios con cuestiones reales de uno de los periodos más terribles de la historia, de manera sutil y siempre tratando todo con un gran respeto. Al igual que en el film lo que se espera del espectador es que se reflexione y realice su propio juicio.
Resumiendo, Paraíso es una película de visión obligatoria que sorprenderá a los espectadores por su extraña belleza y por la visión individual que presentan los distintos personajes sobre los hechos narrados. Una buena forma de tener presente a esa época nefasta y reflexionar sobre el poder y la necesidad de la memoria.