La opera prima de Pablo Falá recibió el premio al mejor largometraje de ficción en el Film Festival de España, participó del Indie Filmmakers Fest de Madrid y Barcelona, y es la primera película cordobesa con autodescripción para personas ciegas.
Paraíso trata de un posible reencuentro cuyo escenario es el hermoso paraje de Traslasierra, Córdoba. Sofía volvió recientemente de Europa y se ha instalado en esa casa de veraneo. Invita a Lautaro, un viejo amigo o conocido de Sofía. El estatuto de esa relación es ambiguo y poco se sabe de la prehistoria de ambos. El conjunto se termina de configurar con dos personajes más (¿residentes? ¿turistas?): Clara y Franco.
No es nada nuevo emparentar el cine independiente contemporáneo con la estética del realismo. Hay una clara línea de continuidad entre lo que fue el cine moderno de la década del 60, descrito en ¿Qué es el cine? del crítico y teórico francés André Bazin, y la herencia de este cine contemporáneo que trabaja en los márgenes del cine de industria. Bazin celebraba la idea de dejar que la realidad de la puesta en escena se devele, el dejar fluir del tiempo y el registro de ese devenir en el celuloide. A pesar de que algunas condiciones -particularmente las relativas a la manera de registrar las imágenes- han cambiado, el gusto por el no decir o, mejor dicho, el gusto por cultivar la paciencia a la espera del acontecimiento, está muy arraigado en la actualidad. A decir verdad, lo más común en el marco del cine argentino independiente es el trabajo sobre estos límites, la micro historia o el pequeño registro de la incomodidad, antes que narrar una historia con acciones contundentes.
En principio, estas estrategias de narrar lo mínimo pueden ser un acierto, pero no hay que olvidar que esta modalidad ya la hemos visto muchas veces. El propio Falá ha comentado en alguna nota que está más interesado en un cine que haga preguntas más que ofrecer respuestas. Lo cierto es que, como parámetro, resulta una idea celebrable. Pero, si tal es el caso, tal vez convenga revisar cuáles son las preguntas que el cine está ofreciendo al espectador o, en otros términos, con qué elementos trabaja para que, a través de estos, los espectadores puedan formular interrogantes sobre la experiencia que se exhibe.
Paraíso es una película muy prolija desde varios aspectos, particularmente los que atañen al trabajo de los técnicos: la impecable fotografía de Córdoba las imágenes, que es de alguna manera descripta en el marco del guion cuando Lautaro le señala a Sofía que las sierras exhiben el efecto de la perspectiva atmosférica. Imagen, sonido, música, movimientos de cámara impecables al tiempo que contrastan con cierto desarreglo que padecen los personajes; hermosos al tiempo que defectuosos. Perfectamente imperfecta, Paraíso, no es apta para los que quieran disfrutar una película que le regale una trama de obstáculos y problemas claros, en los que el nudo y el desenlace no trae complicaciones. Tampoco será celebrada por quienes tengan ganas de ser movilizados por el suspenso, o la interrogación evidente. Pero sí será disfrutada por aquellos espectadores abiertos a una idea de la experiencia de vida como una circunstancia que cada tanto trae incertidumbre y vacíos inexplicables, y que no existe ningún paraíso terrenal que logre contrarrestarlos.
PARAÍSO
Paraíso, 2018.
Dirección y guión: Pablo Falá. Intérpretes: Marina Arnaudo, Fabio Camino, Sofía Lanaro, Ernesto D´Agostino. Dirección de fotografía: Ulises Rodriguez Pomba, Rodrigo Zaya. Producción: Julián Palacios, Marcos Mossello, Marino Arnaudo. Másallá Productora. Duración: 64 minutos.