El dinero no puede comprar amor
Confieso que no soy muy fan del cine del siempre revulsivo y provocativo director austríaco Ulrich Seidl (Dog Days, Import/Export), pero esta película -y la trilogía Paraíso en general- me resultó más que interesante, de lo mejor de su filmografía.
El largometraje empieza de la peor manera (con una escena de chicos con Síndrome de Down en los autitos chocadores) y continúa de una forma también bastante chocante (con una descripción algo grotesca del turismo sexual de unas señoras gordas en un resort playero de Kenia, donde utilizan su dinero para conseguir negros esculturales como juguetes eróticos).
Sin embargo, poco a poco, Seidl va mostrando facetas “sensibles” poco exploradas en su cine previo, ya que expone las contradicciones de esas relaciones (y nos obliga a empatizar alternativamente con unos y otros personajes) y deja en claro que -más allá de la explotación y del racismo- lo que allí aparece por parte de las veteranas damas europeas es una gran dosis de angustia, aburrimiento y soledad, así como una necesidad casi compulsiva de tapar ese agujero existencial con emociones fuertes e inéditas. Pero, se sabe (o creemos saber), el dinero no puede comprar amor.