Éste filme sin duda alguna es, en definitiva, al finalizar su proyección, , uno que al querer parecer otra cosa no deja de ser de personaje, en principio porque las generalizaciones siempre son lamentables.
En este punto se despliega el primero de la trilogía de “Paraíso” del director austriaco Urich Seidl.
Los otras dos, “Paraíso Fé” (2012) y “Paraíso Esperanza” (2013), concluirían con la mirada del realizador sobre la “nueva” forma de turismo implantada desde el continente europeo, en el que las soluciones a sus problemas de letanía se encuentran en otras playas.
La historia abre con dos escenas claras. En la primera vemos a unos niños que padecen síndrome de Down en un juego de autos chocadores, donde el personaje eje de la narración, el que finalmente cargara con el peso de sostener desde sus actos el desarrollo de la producción, es presentado como alguien que ejerce una profesión en la que el amor al otro es su motor, y simultáneamente es un paradigma de la frustración. Lo que podría leerse luego como un anticipo de la verdad oculta de ella misma.
La otra escena está jugada con su propia hija adolescente, con la que ejecuta e impone reglas rígidas de convivencia, a la que dejará en casa de su hermana, religiosa devota, mientras ella se toma unos días de descanso.
De esta manera nos termina de presentar a todas las protagonistas de la trilogía.
El salto temporo – espacial producido luego se siente por parte del espectador como disruptivo, lo que realmente logra es que nos instala de lleno en la geografía donde se desarrolla la historia: África.
Esta profesora de educación especial, madre viuda, viaja al que le hicieron creer es un paraíso, las playas de Kenia, en un hotel cinco estrellas all inclusive, (monos, negros, sueños y comida).
El primer episodio, “Paraíso: Amor”, intenta ser una radiografía de este estilo de vacacionar impuesto que se cierne excesivamente en un solo personaje y se toma demasiado tiempo en repetir situaciones y acciones ejercidas por Teresa (Margaret Tiesel), lo que definitivamente logra es aburrir, ya que al no agregar información nueva entra en una meseta narrativa de la que nunca despega, monotonía sólo alterada por las escenas de sexo, mostrando en contraposición y sin tapujos los cuerpos esbeltos de los jóvenes negros y el cuerpo desnudo de una mujer de alrededor de los 50 años, simpática, hasta con rasgos que en algún momento habrán sido bellos, pero excesivamente obesa.
En este punto es donde las imágenes podrían ser una mirada grotesca, de visión incomoda, y no lo es por el tratamiento de la imagen impuesta por el director al definirlo por el esteticismo y no por la influencia en la estructura narrativa.
Algo que no queda plasmado de manera eficiente, o tan taxativa como debería serlo, para que la posibilidad de segundas, o infinitas lecturas y/o interpretaciones, puedan ser tan validas como las que parece querer denunciar, son por un lado la búsqueda infructuosa de nuestra “heroína” por recuperar esa sensación a ser amada que plantea a primera vista, no por las acciones en si mismas, sino que debe recurrir a la expresión verbal para aclararlo, lo cual se puede presentir como otro aspecto fallido del filme.
En segundo termino el comercio sexual ejercido por gente de clase alta en una sociedad, en este caso la keiniana, en la que por necesidad sus integrantes ejercen la prostitución con el solo fin del dinero. Y una tercera posible lectura, entre muchas otras, es que las victimas se transforman en victimarios y nuestra diva es manipulada, estafada, engañada en su buena fe. Esta es la única que me genero alguna sensación de disconformidad, por no decir violencia, por la manipulación a la que somos sometidos como espectadores.
La generalización es del orden del imposible por lo concentrado del desarrollo textual sobre un solo personaje, limitado en la diversificación por una o dos escenas en las que otras mujeres de idénticas imágenes son mostradas en interacción con la protagonista.
Cuando en realidad y a partir de la construcción contradictoria, no intencional, del personaje, lo menos que se podría decir que Teresa es que es más ingenua que Heidi, por no decir más idiota que Forrest Gump.
El director quiere imponerse como provocador, a mi el filme no me movilizo en lo más mínimo, ni me dio nauseas.