Infierno: Decadencia
Paraíso: Amor, junto con Paraíso: Fé y Paraíso: Esperanza, es una de las tres películas que componen la trilogía creada por Ulrich Seidl sobre historias de mujeres desde su particular perspectiva. La primera extraña escena que vemos en Paraíso: Amor es un grupo de discapacitados jugando a los autos chocadores con una mujer cuidándolos desde la distancia, que después sabremos que será la protagonista de la película, Teresa. Luego de conocer su trabajo, conoceremos su angosta y pequeña casa; y su familia compuesta por una hija adolescente y un perro. Hay un viaje en camino, Teresa partirá sola hacia África a disfrutar de unas peculiares vacaciones.
Todo el resto de la historia transcurrirá en las blancas playas de Kenia y en un complejo para turistas ubicado en medio de este “paraíso”. Teresa conocerá varios jóvenes africanos con los cuáles tendrá sexo a cambio de plata y generará vínculo con otras mujeres con sus mismas características.
Esta es una película que hay que dejar decantar unos cuántos días y que nos quedará dando vueltas en la cabeza por su ambigüedad, complejidad y extrañeza. La película no sólo nos habla de Teresa, esta blonda, redondeada y sesentona mujer, sino que también se refiere a otros ámbitos, aunque de manera menos explícita.
Hay un encuentro y un choque entre dos culturas, la europea y la africana. Como en todo intercambio ambas partes se necesitan mutuamente y una no podría sobrevivir sin la otra. Este contraste se hace evidente, no sólo desde la historia, sino también desde el relato. Opuestos como: piel blanca-piel negra, joven-viejo, delgado-gordo, noche-día, interiores-exteriores, etc. se hacen presente pero a la vez conviven como si fueran uno. Los planos son llamativamente simétricos, con lo cual podemos deducir también que esa oposición de alguna manera también tiene un punto en común, algo que los ubica en el mismo lugar: la miseria humana.
Observamos a los turistas en la playa mirando hacia el mar y enfrentados a ellos, hay una línea divisoria en dónde observamos a los nativos detrás, parados como estacas. Pero la pregunta sería: ¿Quién mira a quién? El poder juega un papel fundamental en esta historia, cada una de las partes tienen algo que el otro necesita, una mirada, un simulacro de “amor” o dinero y es por esto que el intercambio será posible.
A Teresa la vamos conociendo de a poco, el progreso de su desnudez se hace presente, su cuerpo excedido en peso pasa de llamarnos la atención a ser un cuerpo deseoso, hasta parecerse a un cuerpo al mejor estilo de las pinturas de otra época, sinónimo de belleza. Pero esa belleza puede volverse patetismo y desesperación en menos de un segundo y nos encontramos con una mujer profundamente sola.
Las escenas explícitas y los desnudos pasan desapercibidos porque el contexto que los contiene es mucho más fuerte que ver un africano sin ropa. La escena en donde cuatro mujeres pagan por observar a un joven bailar desnudo es en sí bastante fuerte como para detenernos en un cuerpo sin vestuario. Ahí la desnudez es la del alma, el grito desenfrenado de cuatro mujeres alienadas cargando sobre sus hombros sus complejos, sus años y su desencanto. Y por otro lado, ese joven que necesita ganarse la vida siendo manoseado por estas mujeres porque probablemente esa sea la mejor oferta que tiene.
Y por último, la película habla sobre el deseo, sobre esa necesidad femenina de tener la mirada de un hombre sobre su cuerpo, enfocada en sus curvas, un deseo tan fuerte que Teresa es capaz de hacer lo que sea por autoconvencerse que esa mirada realmente existe. Pero hay cosas que no se pueden comprar y es ahí donde todo su universo entra en crisis.
Paraíso: Amor es una película muy bien filmada, con una obsesiva puesta en escena, una atmósfera incómoda y cierto aire distanciado, que nos propone una reflexión sobre diversos temas (seguramente más de los que se me ocurrieron a mí en esta nota). Si quieren quedarse con un montón de interrogantes, entonces mírenla. Es una de esas de esas películas que logran espantar, seguramente porque supieron tocar ese nervio que más nos duele.