Durmiendo con el enemigo
Cuesta entender cómo el director de Legalmente rubia puede haber caído tan bajo. En este thriller sobre espionaje industrial no deja fórmula y estereotipo sin gastar, sobre todo a la hora de denunciar la ambición desmedida de las grandes corporaciones y la codicia (y falta de escrúpulos) de sus despiadados ejecutivos.
Tras la profunda crisis de Wall Street, las cosas ya no son fáciles para los jóvenes emprendedores. Lo sabe bien Adam (Liam Hemsworth), que se queda sin trabajo y debe pagar el tratamiento médico de su padre (Richard Dreyfuss). Así, quedará en medio de dos peces gordos del negocio de los celulares (Harrison Ford y Gary Oldman) y se enamorará de una bella experta en marketing (Amber Heard), a quien perderá por sus actividades non sanctas y, obviamente, recuperará cuando muestre su faceta más sensible.
Luketic ya había trabajado en 21: Blackjack la idea de jóvenes brillantes que ponen en jaque a (y también son víctimas de) los grandes holdings. Aquí se maneja siempre a fuerza de lugares comunes, con una superficialidad pasmosa y con muy poco ingenio y creatividad (la escena casi calcada de La conversación, de Francis Ford Coppola), con dos protagonistas carilindos como Hemsworth (Los juegos del hambre) y Heard (esta semana también en Machete Kills) y actores veteranos (Ford, Oldman, Dreyfuss) en papeles secundarios que sólo tienen un par de chispazos y momentos simpáticos. Demasiado poco para semejantes talentos involucrados.