El topo
Un pibe corre por un callejón. Una voz en off lo acompaña. Unos lens flare y varios cortes abruptos con efectos de tinte tecnológicos (algo así como una pantalla con interferencia) irrumpen abruptamente la secuencia. Así comienza de Paranoia para luego ir hacia atrás en el tiempo y contarnos cómo Adam Cassidy (Liam Hemsworth) es obligado (y acá está uno de los mayores errores del film) por el magnate de las telefonías Nicolas Wyatt (Gary Oldman) a ingresar a Eikon, su principal competidora que está presidida por su mentor Jock Goddard (Harrison Ford), y robarle el proyecto de un celular que revolucionará el mercado de las comunicaciones.
Robert Luketic es el director de Paranoia. Sus óperas cumbres fueron las queribles Legalmente Rubia y 21 Blackjack y quizás este último opus sea el escalón más bajo de su filmografía. El fugaz ascenso de un muchacho inteligente, su éxito “ilegal”, su posterior caída y el accionar en contra de sus “mentores” resultan muchos puntos de contacto con 21 Blackjack. El problema es que Paranoia es mala, pero mala sin ningún vestigio de simpatía. El film con Kevin Spacey y Jim Sturgess se encuadrada en la mística de los casinos. Esa poderosa maquinaria de generar dinero que se vende como imposible de vencer terminaba por generar un irrefrenable deseo de victoria a manos de ese grupo de nerds comandados por un carismático y oscuro profesor.
Lo que hacía entretenida a 21 Blackjack era su desenfado y su simple ambición por el dinero y nada más, mientras que en Paranoia todo es gravedad, subrayado y debates morales. El problema principal es que Adam comienza a cometer ilegalidades porque el contexto de su vida lo lleva a aceptar el chantaje (podría ir a prisión por un fraude con tarjetas de crédito en una noche de juerga con amigos) propiciado por Wyatt, mientras que el Ben de Sturgess entra a contar cartas lisa y llanamente por plata y diversión. Los planteos internos de Hemsworth y los que le propician los personajes secundarios son totalmente contradictorios. En ningún momento hay un disfrute de su nuevo status de vida (plata, un lujoso departamento y maneja un automóvil Fisker Karma). Al no sacar un pasaje con destino a la felicidad, se hace imposible establecer el debate existencial sobre el goce de vivir una vida ajena y los dilemas morales que quiere plantear la cinta a toda costa. Incluso también hay contradicciones narrativas. Por momentos resulta una película que brinda demasiada información (los planos innecesarios que terminan delatando a Josh “Sawyer” Holloway) y en otras secuencias uno no entiende como carajo llegó el protagonista a ciertas conclusiones (destacando a la resolución de la Dra. Judith Bolton como el más claro ejemplo).
Liam Hemsworth debe cargar demasiado con el peso dramático y lamentablemente por momentos el repertorio de gestos se le queda un toque corto. Se lo puede ver más suelto y aplomado cuando intervienen actores de talla como Gary Oldman y Harrison Ford, destacando que las escenas donde estos veteranos actores participan juntos son los mejores momentos del film. Por último, cierra el elenco la cada día más hermosa Amber Heard que no puede hacer demasiado por salvar a Paranoia del desastre propiciado por la fallida dirección de su realizador.